Columna de Joaquín Vial: "Cambio climático y riesgos financieros"

joaquin-vial-10

El Banco Central dedicó un capítulo especial del último IEF al tema del cambio climático y sus posibles consecuencias para el sistema financiero. Alguien podría pensar que son esfuerzos tardíos, pero la verdad es que hasta hace muy poco tiempo no había información que permitiera identificar y evaluar esos riesgos.



El Banco Central dedicó un capítulo especial del último IEF al tema del cambio climático y sus posibles consecuencias para el sistema financiero. En él se destaca la importancia de incorporar esta variable en los análisis de riesgo de inversionistas y proveedores de crédito.

Hace unos meses la CMF publicó la norma 461 que exige informar estos riesgos en la memoria anual de las empresas que están en su perímetro regulatorio. Esto coincide con acciones similares que están tomando reguladores financieros de todo el mundo.

Alguien podría pensar que son esfuerzos tardíos, pero la verdad es que hasta hace muy poco tiempo no había información que permitiera identificar y evaluar esos riesgos. Por ejemplo, una empresa comercializadora de frutas, que conoce mejor que el público y las autoridades el efecto de mucho menores lluvias o de más calor sobre la fruta, seguramente tendrá problemas para “adivinar” la probabilidad de esos eventos, o los cambios probables en las precipitaciones y temperaturas.

Estos son riesgos directos del clima. Pero además hay riesgos asociados a las políticas públicas para lidiar con el problema climático: ¿Cuánto podría subir el costo de refrigeración si se cierran generadoras eléctricas a carbón? ¿Qué tan probable es que se pongan impuestos a las emisiones de gases con efecto invernadero del transporte marítimo? Estos temas están más lejos del negocio y requieren análisis especializado.

La buena noticia es que en la última década ha habido enormes avances en el conocimiento de las causas del cambio climático, de sus posibles impactos sobre la actividad humana y de los horizontes de tiempo involucrados. Esto ha ocurrido a nivel global, como podemos ver en el Sexto Informe del IPCC, y también a nivel de efectos en Chile. Esto último, gracias al trabajo de años realizado por el Ministerio de Medio Ambiente y al desarrollo de proyectos de investigación, muchos de ellos bajo su patrocinio. Entre estos se destaca el proyecto ARCLIM que, con un sitio web propio, permite acceder a información sobre riesgos directos del cambio climático para distintas actividades a nivel de comunas.

También el Banco Central, trabajando con las bases de datos de emisiones recopilada por dicho ministerio, publicó hace poco más de un año una medición de las emisiones directas y de la huella de carbono para las 115 actividades contempladas en el cálculo del PIB. Esta información es crucial para identificar todas emisiones que se generan a lo largo de las cadenas productivas. Con ella se puede evaluar los impactos económicos sobre costos, empleo y consumo final de medidas destinadas a rebajar emisiones, por ejemplo, mediante un impuesto a las emisiones o por la eliminación de determinadas fuentes para generar energía.

Con estos antecedentes, vemos que ya hay una cantidad razonable de información, con suficiente detalle temporal y geográfico, para dar un respaldo relevante a las exigencias de identificar riesgos derivados del cambio climático. La etapa que viene es que empresas, bancos y las propias autoridades comiencen a estimar el impacto patrimonial de la materialización de estos riesgos.

En su último IEF el Banco Central da un primer paso para identificar el valor de algunos activos (inmobiliarios, por ejemplo) que podrían estar en riesgo por marejadas, escasez de agua y mayores temperaturas. En el IEF el Banco Central señala que los impactos patrimoniales del clima se concentran en el norte y la zona central del país, como consecuencia de marejadas, mayores temperaturas y mayor escasez hídrica. Usando datos administrativos y ARCLIM para evaluar el impacto sobre el valor del patrimonio inmobiliario deduce que el impacto directo del deterioro del borde costero por marejadas podría poner en riesgo al 5,4% del total del patrimonio inmobiliario. La combinación de escasez hídrica y mayores temperaturas en la RM y la zona central podría tener un impacto aún más grande, pero más difícil de evaluar, porque ellos no se traducen en daños físicos a las propiedades, sino que en pérdidas de valor derivadas del deterioro de las condiciones generales de vida. Todo esto, porque las zonas central y norte del país concentran la mayor parte de la población y la actividad económica del país. En otras palabras, el problema es serio y deberíamos comenzar a prepararnos para enfrentarlo.

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.