Columna de Jorge Burgos: Quién pudiera
La larga campaña electoral que se nos viene creará necesariamente un clima que dejará escaso espacio a los acuerdos entre el gobierno y la oposición. Se han ido acumulado demasiados factores de confrontación, y se puede prever que las fuerzas opositoras no tengan mayor interés en dar oxígeno a un gobierno que llegó con aires redentores y buscó provocar un cambio traumático en el país.
En el mejor de los casos, la economía podría crecer 2% en 2024, según estimaciones de Vittorio Corbo. No es un panorama alentador. Las dificultades en salud y educación seguirán gravitando en el humor social, y, obviamente, la omnipresencia de la criminalidad. En ese cuadro, al gobierno no le resultará fácil encontrar una actitud amable de los opositores en un año en el que empezará a definirse la disputa por el poder. La batalla municipal no será solo municipal; será el primer capítulo del choque por la conducción del país.
El panorama, sucintamente descrito en el párrafo anterior, resulta por desgracia el más probable, y no es más que la continuidad de un clima que se arrastra por largos años del que nuestros dirigentes políticos no han querido, o no han sido capaces de salir, y cuyas consecuencias están a la vista y sus efectos se han de sentir en la cotidianidad.
Quién pudiera esperar otro destino, uno que recupere la impronta de los grandes acuerdos, uno que no trabaje sobre la destructora lógica que le vaya mal al gobernante, uno que no quiera reescribir la reciente historia. Son demasiados los pendientes acumulados, llevamos una larga década gastando tiempo y recursos sin afrontarlos.
Quién pudiera asumir un liderazgo corrector que se haga cargo de recuperar el ritmo modernizador extraviado.
Quién pudiera ver que en materias tan trascendentes y básicas para mejorar la vida de millones (previsión, educación, salud, pacto tributario, seguridad pública) surgen acuerdos, por cierto, producto de cesiones mutuas.
Quién pudiera dejar atrás el largo experimento constituyente que se desarrolló a contrapelo de las necesidades e intereses de la mayoría, como lo demuestra el fugaz impacto del resultado del plebiscito del 17 de diciembre. De inmediato, se empezó a hablar de otras cosas. El intento del oficialismo -no del Presidente- por aparecer como ganador se reveló artificial. El objetivo del Frente Amplio y el PC fue, desde siempre, deslegitimar y poner fin a la Constitución de los 30 años. El fracaso fue completo. Seguirá vigente la Constitución que lleva la firma de Ricardo Lagos desde hace 18 años, ahora relegitimada.
Tal vez haya mucho de buenismo en esta columna, pero concédanme que por el derrotero que transitamos nada muy bueno nos espera. El humor social ha demostrado su volatilidad en los últimos torneos electorales; aquello hace indispensable ponerse serios, no somos inmunes a los iluminados populistas de derechas o izquierdas.
Aún hay tiempo y oportunidades, pero ni mucho ni muchas, quién pudiera.
Por Jorge Burgos, abogado