Columna de Jorge Heine: Abajismo y política exterior

2023 South American summit


Por primera vez en muchos años no hay ningún latinoamericano o latinoamericana encabezando una agencia de Naciones Unidas. El Foro Económico Mundial cerró su capítulo de América Latina. Desde 2015 que no se realiza la Cumbre América Latina-Unión Europea. Suma y sigue. El paso de la región de la periferia a la marginalidad diplomática continúa a pasos agigantados.

El que desde hacía una década no se realizase una cumbre diplomática sudamericana no está desvinculado de lo anterior. ¿Quién quiere relacionarse con gobiernos que viven peleando entre sí y son incapaces de coordinarse aun en emergencias en que se va la vida de sus pueblos, como la pandemia del Covid-19?

Así, uno habría pensado que la reciente Cumbre Sudamericana en Brasilia, convocada por el Presidente Lula, habría concitado no solo interés, sino que amplia cobertura y sido vista como el inicio de una nueva etapa en la inserción de América Latina en el mundo. Presumiblemente, a ningún gobierno, de izquierda o derecha, le debería interesar que la región siga dividida y marginada como lo ha estado en la última década. Ello no es bueno para nadie.

Sin embargo, la respuesta ha sido la inversa. Por increíble que parezca, el hecho de reunir a once presidentes sudamericanos y no excluir al de Venezuela, ha gatillado un coro de críticas. La propuesta anterior de revivir Unasur ha despertado fuerte oposición en algunos sectores, tanto así que los participantes en la cumbre tuvieron que desmentir que Unasur estuviese en la agenda en Brasilia.

La iniciativa brasileña de convocar la reunión ha sido criticada, so pretexto de que, una vez más, Brasil pretendería ejercer un tipo de hegemonía subregional. Abundan las críticas a los esfuerzos de mediación de Lula en la guerra en Ucrania, denunciados como alinearse con Rusia, por el hecho de no hacerlo con la OTAN, y manifestar una posición de no alineamiento activo. Este protagonismo y liderazgo internacional es calificado como improcedente, como si un país del tamaño y la trayectoria de Brasil, por el hecho de ser sudamericano, no debiese tener voz en los asuntos mundiales. ¿Debemos siempre “achicarnos”? ¿Es de sorprender que la región siga cuesta abajo en la rodada?

En Chile, la noción de recrear Unasur ha generado oposición. Si bien la gestión de Unasur tuvo luces y sombras, las lecciones han sido aprendidas, y de lo que se trata es precisamente de relanzar una entidad amplia, una “casa de todos”, que evite ideologismos y permita a la región avanzar hacia la integración económica y coordinación política que tanta falta le hace. Son enfoques como ese que le han permitido a los países del sudeste asiático progresar vía ASEAN, entidad muy alabada por los mismos que denostan los proyectos regionales sudamericanos.

La idea de Chile como “una buena casa en un mal barrio” , que ha reflotado en estos días, y que apunta al autoaislamiento del país en la región como estrategia diplomática, constituye una receta para un mal guiso. Esperemos que no prospere.

Por Jorge Heine, profesor de Relaciones Internacionales Universidad de Boston