Columna de Jorge Heine: Chile y China en punto de inflexión

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Cinco años atrás, la compra por parte de Tianqi Lithium, el gigante chino, de la cuarta parte de SQM, se tradujo en la mayor recaudación por una transacción bursátil en la historia del Servicio de Impuestos Internos (SII), por la cifra de mil millones de dólares.

En pocos años, China paso a ser no solo el mayor socio comercial de Chile, sino que también un inversionista significativo, con un stock actual de U$ 20 mil millones. Esto no debería sorprender. China es hoy la mayor economía del mundo en términos de paridad de poder adquisitivo y su alta tasa de ahorro (un 40% del PIB) implica que debe exportar cada vez más capital, ya que la tasa de retorno interna ha bajado.

Chile, con una economía abierta, que depende de las exportaciones y de la inversión extranjera, se ha beneficiado de su privilegiada relación con China, destino hoy de un 40% de nuestras exportaciones, cifra superior a la de todos los integrantes del G7 juntos.

Dos de los países en el Sur Global que más han aprovechado la globalización han sido Chile y China. El comercio ha sido el motor de esta relación, y el intercambio bilateral se ha multiplicado por ocho en los 18 años desde la firma del TLC Chile-China en 2005, llegando a US$ 65 mil millones en 2023, con un fuerte superávit en favor de Chile. Ello refleja un efecto multiplicador muy superior al de la media de los TLC. Sin embargo, una cosa es el comercio y otra la inversión.

En el curso de los últimos meses, hemos visto varias instancias de proyectos de inversión chinos que se han caído. Uno de ellos fue el de una fábrica de baterías eléctricas de BYD, la empresa basada en Shenzhen, mayor fabricante de vehículos eléctricos en el mundo, y de donde provienen los 1.500 buses eléctricos que circulan en la Región Metropolitana. Otro fue la anunciada instalación en Antofagasta de una planta para ensamblar vacunas por parte de Sinovac, el gigante farmacéutico chino. Tianqi Lithium ha objetado al acuerdo entre Codelco y SQM para procesar litio, y hay rumores de que estaría considerando vender su parte en esta última empresa. A todo esto cabe añadir la imposición de salvaguardas a la importación de acero chino, lo que ha llevado a fuertes protestas por parte del embajador de ese país, alegando que ello contraviene las normas de la OMC.

Ricardo Mewes, presidente de la CPC, ha llegado a decir que la Cancillería debería tomar cartas en el asunto, y esta se ha remitido a las decisiones de organismos técnicos.

La relación con China, clave para Chile, requiere una atención más focalizada, y urge un enfoque distinto. El tratarlo como un país más no sirve. Una posibilidad sería el establecimiento de un Comité de Ministros que se reuniese regularmente y revisase la agenda. Puede haber otras. Mi punto es que la situación no da para más. Dejar la relación con el gigante asiático, nuestro principal socio comercial, en manos de meros organismos técnicos, no funciona.

Por Jorge Heine, profesor de Relaciones Internacionales, Universidad de Boston

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