Columna de Jorge Heine: Chile y Estados Unidos en la era de Trump
La elección de Donald Trump a la Presidencia de los Estados Unidos le plantea a Chile un desafío. Estados Unidos es nuestro segundo socio comercial y un país con el cual tenemos una larga y densa relación. ¿Cómo manejar ahora nuestros lazos con Washington? Parte del éxito del Chile desde los noventa radica en una política exterior que ha llevado a fructíferas relaciones con muchos países del mundo, incluyendo las dos mayores potencias, Estados Unidos y China. Hay solo media docena de países que tienen tratados de libre comercio con ambas. Uno de ellos es Chile.
En este gobierno, el excelente nivel de la relación con Estados Unidos se expresa en dos logros claves: la firma y ratificación de un tratado para evitar la doble tributación y la mantención del Visa Waiver. Este último permite a 410.000 chilenos al año viajar a ese país y aportar 800 millones de dólares a la economía estadounidense, sin pasar por el engorroso proceso de solicitar una visa. El único otro país en la región que tiene un tratado de doble tributación con el gigante del Norte es México. El que Chile haya logrado un tratado de esta índole con un Senado estadounidense en el que la ratificación de cualquier tratado es un parto mayor, refleja una diplomacia criolla de gran eficacia. A su vez, Chile es el único país de América Latina que tiene Visa Waiver, y el haberlo mantenido pese a fuertes embates en su contra, tiene un mérito indudable.
¿Cómo modular esta diplomacia ante el nuevo gobierno que asumirá en Washington en enero próximo? Para algunos, la mejor forma sería una especie de carrera con Argentina acerca de quién le rinde mayor pleitesía al nuevo Presidente estadounidense y en realizar todo tipo de contorsiones ideológico-diplomáticas para congraciarse con la administración entrante. ¿Debería Chile acaso abjurar del libre comercio, ya que el Presidente electo, Donald Trump, es proteccionista? ¿Debería Chile renegar del multilateralismo, ya que Trump tampoco cree en ello? ¿Deberíamos proscribir las inversiones chinas, ya que eso es lo que hace Trump en Estados Unidos? ¿Deberíamos cambiar a nuestro embajador en Washington por alguien afín al trumpismo? El solo formular estas preguntas es responderlas y darse cuenta del absurdo de la mentalidad que lleva a ellas.
En diplomacia, como en la vida, el principio de “mantener la cabeza fría y el corazón caliente” es fundamental. En situaciones internacionales de gran incertidumbre, lo peor que se puede hacer es tomar decisiones atarantadas y dar señales de debilidad. La política exterior de este gobierno ha tenido altos y bajos, pero poca duda cabe que uno de los puntos altos ha sido el de las relaciones con Washington. El cambiar de caballo mientras se cruza el río nunca ha sido buena idea. Lo que Chile debe hacer es continuar con la misma política que siempre ha seguido con Estados Unidos. Ella es una que se basa en el mutuo respeto, la continuidad y la defensa de los intereses propios. Cualquier otra señal sería el camino al despeñadero.
Por Jorge Heine, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Boston
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