Columna de Jorge Heine: China, el G7 y el Sur Global
Por Jorge Heine, profesor de Relaciones Internacionales, Universidad de Boston
Estamos en plena temporada de cumbres diplomáticas. Cumbre de las Américas en Los Ángeles, del G7 en Elmau, de la OTAN en Madrid y de los BRICS en Beijing. La guerra en Ucrania copó la agenda en varias de ellas. Lo ocurrido en la de los BRICS fue casi ignorado por la gran prensa occidental.
Un anuncio importante se dio en Elmau, el de la Asociación por Inversión en Infraestructura Global. Ella pretende movilizar 600 mil millones de dólares para proyectos en infraestructura en Asia, África y América Latina de acá a 2027. Es el segundo intento en la materia, después de uno fallido en 2021. Hay mucho adjetivo en relación al tipo de infraestructura (sustentable, resiliente, inclusiva, de calidad) a financiar, pero es un paso hacia adelante. Los Estados Unidos se han comprometido a aportar 200 mil millones de dólares.
Ello apunta a un problema real. El déficit de infraestructura en los países en desarrollo es enorme, y ello afecta la calidad de vida de la población así como la competitividad de sus economías. Sin embargo, lo notable es que esto representa un viraje en relación a las políticas seguidas por los países del norte en la materia. Si bien la provisión de infraestructura (puentes, túneles, ferrocarriles, puertos, carreteras) fue parte importante de las actividades de entidades como el Banco Mundial y las agencias de cooperación al desarrollo de los países del norte en los sesenta y setenta, ello fue abandonado, por proyectos “blandos”, en áreas como la erradicación de la pobreza, educación y salud. Así, el déficit en infraestructura siguió creciendo.
Y como la naturaleza aborrece el vacío, fue allí que China entró en acción, con la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, en la sigla en inglés) lanzada en 2013, y la creación del Banco Asiático de Inversión e Infraestructura (BAII) en 2015, al que Chile se incorporó como miembro prospectivo en 2017, y como miembro pleno en 2021. BRI apunta a proveer infraestructura y conectividad al Sur Global, que es lo que ha ocurrido en estos nueve años, con grandes proyectos completados a lo largo y lo ancho del mundo, como una vía ferroviaria de Vientiane, en Laos, a la provincia china de Yunnan, un proyecto de 5,6 mil millones de dólares.
Los EE.UU. y Europa no han hecho sino criticar a BRI, diciendo que solo contribuye a construir “elefantes blancos” y a endeudar a estos países. La Asociación por Inversión en Infraestructura Global del G7 refleja un cambio en esa postura y una aspiración a competir con China en la materia, y no a seguir solo denostando a BRI. Ello debe ser bienvenido. Se dice, y no sin razón, que la imitación es la forma más sincera de la adulación.
Esperemos que los fondos para este proyecto del G7 aparezcan y que veamos una genuina competencia con China acerca de quién financia más y mejores proyectos en los países en desarrollo.
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