Columna de Jorge Heine: Visita presidencial a Estados Unidos

Boric en China


No son muchos los jefes de Estado que en un lapso de semanas realizan visitas tanto a Beijing como a Washington, las dos capitales desde las cuales se maneja el mundo de hoy. El que lo haga el Presidente de Chile es testimonio de una política exterior que sabe balancear los intereses de Chile en un mundo en turbulencia, en que es fácil equivocarse y llevar al país al despeñadero.

La visita esta semana del Presidente Gabriel Boric a Estados Unidos, en que se reunirá por segunda vez con el Presidente Joseph R. Biden (la primera fue en el marco de la Cumbre de las Américas en Los Ángeles en junio del año pasado), se da con ocasión del bicentenario de las relaciones diplomáticas entre ambos países, así como del vigésimo aniversario de la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Chile y el país del norte.

Chile es uno de solo seis países en el mundo que tienen TLC tanto con Estados Unidos como con China, y ambos han sido muy positivos para Chile. Con Estados Unidos, en estos veinte años el comercio ha crecido a un promedio de un 9,3% anual, llegando a U$ 35,4 mil millones en 2022. Estados Unidos es hoy el segundo mayor socio comercial de Chile, y la segunda mayor fuente de inversión extranjera. Cabe notar también que las exportaciones de Chile a Estados Unidos tienen un mayor valor agregado que las exportaciones a China y a otros mercados asiáticos.

Más allá de las tendencias en los flujos comerciales y de inversión, hay también hechos recientes que reflejan la solidez de los lazos entre Santiago y Washington. Por una parte, hace unos meses el Senado de los Estados Unidos ratificó un tratado para evitar la doble tributación que llevaba muchos años languideciendo en la Cámara Alta del Congreso de ese país. Una vez que los trámites se completen, Chile pasará a ser solo el segundo país en la región en tener un tratado de esa índole con Estados Unidos, con todas las ventajas que ello implica (el otro es México). Por otra parte, la confirmación de que Chile continuará teniendo acceso al programa de Visa Waiver del Departamento de Estado (el único país latinoamericano con ese beneficio) ratifica la seriedad con que el mismo se ha manejado por la parte chilena.

El caso de Chile es prueba al canto de que en este mundo marcado por la competencia entre las grandes potencias, la noción de que nuestros países deben de alguna manera escoger entre una y otra, y tomar partido en los albores de esta nueva Guerra Fría, es profundamente equivocada. Las mejores tradiciones de la política exterior de Chile apuntan precisamente a lo contrario. Es poniendo los intereses de nuestro país al frente, y el no dejarse presionar por las superpotencias para asumir los de ellas, lo que salvaguarda el progreso de Chile y maximiza nuestra capacidad de negociación e influencia. Los hechos hablan por sí mismos.

Por Jorge Heine, profesor de Relaciones Internacionales, Universidad de Boston