Columna de Jorge Valverde: Recalibrando las oportunidades del hidrógeno verde para Chile

hidrógeno verde


Chile ha abrazado entusiastamente la idea de desarrollar la industria del hidrógeno verde (H2V). En términos nominales, tendríamos ventajas comparativas para producir eficientemente este vector energético y/o sus derivados, dada la disponibilidad de fuentes de energía renovable. Sin embargo, su desarrollo no depende solo de Chile, sino que pasa en gran medida por el avance de las tecnologías, las estrategias de los competidores y el desarrollo del mercado a nivel global. Estos dos últimos puntos son particularmente sensibles para una economía pequeña como la chilena, la cual no puede competir con los cuantiosos subsidios que brindan los países desarrollados y donde las economías de escala requeridas para producir costo eficientemente pasan por la capacidad de exportar gran parte de la producción.

En la arena mundial, la industria del H2V se encuentra entrampada en el problema del huevo y la gallina, propio de toda industria naciente, y países que aparecían como claves para el desarrollo de este nuevo mercado han dado pie atrás. Por ejemplo, Japón, uno de los mayores potenciales offtakers de H2V está migrando su estrategia de descarbonización hacia procesos basados en el gas natural, especialmente el hidrógeno azul, que ha convergido más rápidamente al precio del hidrógeno gris (convencional) y tiene un precio que es aproximadamente la mitad del precio del H2V. Por su parte, los países desarrollados que promueven el desarrollo de la industria del H2V están inyectando cuantiosos recursos públicos para viabilizar esta industria naciente. Por ejemplo, Estados Unidos incorporó un crédito fiscal en el Inflation Reduction Act que de facto puede transformarse en un subsidio de hasta US$3/kg H2V. De igual forma, Países Bajos contempla la cobertura por parte del Estado de la brecha entre oferta y demanda que se origina en las subastas a dos puntas, la cual puede llegar también a US$3/kg H2V.

En este contexto, desarrollar la industria del hidrógeno verde en Chile dentro de esta década parece ser un wishful thinking. Sin grandes offtakers afuera y con los países desarrollados subsidiando hasta en un 50% el costo de producción, las ventajas comparativas nominales se diluyen. Esto no implica que nos crucemos de brazos y no hagamos nada, pero sí es una señal de cautela y moderación de expectativas. Por ejemplo, proyectar que la industria del H2V o sus derivados van a aportar significativamente a las arcas fiscales de aquí al 2030 es completamente irreal.

El vaso medio lleno de la historia es que en el mediano plazo el desarrollo tecnológico debiese hacer competitivo el H2V (quizás no al 2030 pero sí al 2040). Para ese entonces, haber desarrollado capacidades tecnológicas, institucionales y la infraestructura habilitante requerida pueden marcar la diferencia entre desarrollar un nuevo sector económico o dejar pasar la oportunidad. Puesto de otra forma, la buena noticia es que aún tenemos tiempo para hacer las cosas bien y desarrollar los marcos habilitantes para explotar las ventajas comparativas que se prevén en esta industria en el mediano plazo.

Por Jorge Valverde, investigador de Espacio Público

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