Columna de José Luis Velasco: 2025: Apuntar alto, trabajar duro
En los últimos quince años, y en el marco de una sociedad cada vez más cómoda, que busca la recompensa inmediata y fácil, se ha venido instalando en educación la idea de que el trabajo bien hecho, a punta de esfuerzo personal, no merece una recompensa a la altura, lo que ha devenido en una baja constante de expectativas de muchos estudiantes, sus familias y hasta los profesores. Ya sé que nadie lo reconoce así, tan brutalmente, pero en la práctica es lo que está detrás de muchas frases, actitudes, normas y leyes. Desde la madre que le hace todo a su hijo, pasando por el estudiante que reclama por todo lo que tiene que leer (que es cada vez es menos) o el profesor que “infla” las notas, hasta las normas que eliminan los exámenes o la repitencia.
Los resultados de la última PAES, en línea con la información entregada por otros exámenes conocidos en 2024, son una bofetada de realidad: los aprendizajes en Chile están estancados, y ninguna de las reformas implementadas hace 10 años ha tenido efecto positivo alguno (ni siquiera en los objetivos que se plantearon, que no eran los aprendizajes). Y cómo podrían tenerlo, si cada vez se espera menos de los estudiantes, se les exige menos y trabajan menos. No son todos, por cierto, pero mientras las políticas públicas apuntan a la igualdad y la inclusión (que generalmente conlleva nivelar hacia abajo o falta de recursos para implementarlas adecuadamente), algunos colegios siguen apuntando alto y exigiendo un trabajo duro a sus alumnos. Demás está decir quiénes serán los líderes del mañana y quienes los seguidores.
Despreciado el mérito y el esfuerzo, algunos se contentan con que no estamos peor. Pero en un mundo globalizado, estar igual que hace 10 años es estar peor. Gonzalo Muñoz defendía la Ley de Inclusión en La Tercera hace unos días, señalando que en los últimos 15 años los estudiantes de alto desempeño de la Educación Pública (Estatal) -la cual es clave fomentar para que el país crezca- se han distribuido mejor, pasando de 1.000 a 1.500 los establecimientos con alumnos que obtienen resultados en el 10% superior de las pruebas de admisión a la educación superior, pero indicando que “la proporción de estudiantes de la educación pública ha permanecido en torno al 17 o 18% desde el 2015″. O sea, llevamos 10 años de reformas, millones de pesos gastados, miles de alumnos en colegios que no quieren estar y cientos que ni siquiera tienen un cupo… y seguimos igual.
Tener altas expectativas de los hijos o estudiantes es el primer paso para un aprendizaje exitoso, luego hay que darle todas las oportunidades (y ayudas) para que esas expectativas se cumplan y enseñarle a esforzarse para alcanzar las metas asociadas a ellas. Finalmente, la recompensa debe ser acorde al cumplimiento de dicha meta.
Con todo, es clave otorgar a la meritocracia un lugar relevante en el ámbito de la educación, es de suma importancia que nuestros estudiantes desarrollen al máximo sus capacidades en entornos educativos desafiantes y con altas expectativas.
Por ello, como Aseduch proponemos a los padres, profesores, directivos y sostenedores, autoridades locales y nacionales a que la gran tarea educacional de este 2025 sea enseñarle y ayudarle a todos los niños y jóvenes de Chile, a apuntar alto y trabajar duro.
Por José Luis Velasco Guzmán, presidente Asociación de Educadores de Chile A.G.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.