Columna de José Miguel Ahumada: ¿Cuánto aguantará Milei?

FILE PHOTO: Argentina holds second round of presidential election
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El triunfo de Milei ha abierto una gran discusión sobre los nuevos escenarios que se abren en la política argentina. El relato general sugiere que Argentina estaría entrando en un terreno desconocido e inexplorado. Sin embargo, nada hay de novedoso en la propuesta del gobernante electo. Por el contrario, se observa la ya conocida ‘doctrina del shock’, impuesta en América Latina desde los años 1980s, y en Chile desde mediados de los 1970s.

Conocemos también las consecuencias de esa doctrina. Chile experimentó una masiva crisis en 1975, de la cual solo se recuperó a principios de los 80′s para entrar, rápidamente, en una nueva década perdida. Cayeron los salarios, se desindustrializó la matriz productiva y por 17 años se impuso un crecimiento mediocre unido a una masiva transferencia de activos públicos a oligarquías privadas. América Latina superó la crisis de la deuda, pero a partir de un crecimiento frágil, de profundas inestabilidades financieras y una continua pérdida de capacidades productivas.

Para ilustrar lo anterior, compare Rusia con China. Rusia aplicó la doctrina del shock, generando una crisis cuasi permanente y una masiva acumulación de activos públicos en emergentes oligarquías privadas que, aún hoy, dirigen los destinos de su orden económico y político. China, por el contrario, rechazó dicha doctrina y se abocó a una integración al comercio en forma lenta, estratégica y dirigida desde el Estado. Los resultados saltan a la vista.

La historia no se repite, pero rima. El gobierno de Milei promete ese tipo de shocks con consecuencias ya conocidas. Sin embargo, su escenario político es totalmente distinto a los casos comentados. Milei propone imponer esta doctrina en democracia, con minoría en el Congreso, desde un bloque político frágil, con alianzas aún muy debilitadas con la derecha tradicional, y con organizaciones sociales y sindicatos fuertemente arraigados en la sociedad argentina. No puede dejar de retumbar en los oídos del oficialismo argentino que ni Trump ni Bolsonaro hayan podido reelegirse tras sus experimentos, como tampoco que la ex Primera Ministra del Reino Unido, Liz Truss –quien propuso una agenda de libre mercado con un recorte radical de impuestos – terminara dimitiendo a tan solo 45 días, tras hundir al país en una turbulencia política y económica.

El presidente electo de Argentina, Javier Milei, ha dicho que privatizará YPF. Pero para ello requiere de amplios consensos (de los que carece) en el Congreso, más una difícil negociación con las provincias, que poseen directores en la empresa. Además, ha dicho que quiere privatizar Aerolíneas Argentinas, pero inmediatamente la Asociación de Pilotos de Argentina, en voz de su dirigente sindical Pablo Biró, ha señalado que para realizarlo “Va a tener que cargar muertos, y que me anote primero.” Ha dicho que dolarizará la economía, con el consecuente impacto, como ya ha señalado el economista Matías Vernengo, en una radical reducción de la autonomía de la política fiscal y de la política monetaria, dejando que la tasa de interés dependa de una autoridad extranjera.

¿Puede el presidente Milei cumplir su utopía en democracia? Resulta difícil imaginar que lo pueda lograr. Él mismo lo sabe. Milei ha señalado que los problemas de Argentina comenzaron por allá por 1916, cuando emergió el voto universal masculino que brindó el primer gobierno popular de la historia del país. Cuando le han preguntado si cree en la democracia, el entonces candidato Milei no supo qué decir, solo atinó a responder con una pregunta que atemoriza a cualquier demócrata: “¿Conoce el teorema de Arrow?”.

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