Columna de José Miguel Ahumada: ¿Qué es una política comercial progresista? Parte II

Columna escrita junto a Nicolás Grimblatt, consultor independiente en comercio internacional y Fernando Sossdorf, académico Instituto Estudios Internacionales, U. de Chile.
“No hay rama de la economía en la que haya una brecha más amplia entre la doctrina ortodoxa y los problemas reales que en la teoría del comercio internacional.” Joan Robinson
En nuestra columna anterior, planteamos que Chile debe cambiar de rumbo y dejar de lado la inercia. Señalamos que una nueva política comercial progresista no solo es posible, sino necesaria para adaptarnos al nuevo escenario global y dinamizar nuestra economía de forma sostenible e inclusiva. A continuación, desarrollamos siete puntos clave que proponemos para esta transformación.
Primero, superar la inercia. Ante el cambio de la realidad, es natural querer aferrarse a las viejas estrategias o asumir el presente como destino. Pero eso solo tendrá como resultado el quedarnos paralizados. Algunos han señalado la necesidad de aliarnos con países ‘like-minded’ para defender el libre comercio. Sin embargo, la situación geopolítica global no augura grandes resultados de dicha estrategia, especialmente cuando desconocemos de países que hayan llegado a desarrollarse con tal estrategia, ni sepamos qué países serían los realmente promotores del libre comercio en estos momentos. Un conjunto amplio de países que han adoptado la agenda neoliberal se han enfrentado en paralelo a la desindustrialización, a crecientes desigualdades, y a recurrentes crisis políticas. A su vez, países que son históricamente vistos como los promotores del libre comercio, mantienen políticas de subsidios agrícolas que chocan abiertamente con la premisa del neoliberalismo y empujan agendas de aranceles estratégicos, expansión del gasto público y políticas industriales.
Segundo, conectar la política comercial con la política industrial. Un gobierno progresista en política comercial debe abordar conjuntamente los desafíos de la transformación productiva y la inserción comercial. EE.UU. se adelantó y está de facto replanteando unilateralmente los TLC de acuerdo a su propia estrategia industrial, mientras que la UE negocia acuerdos comerciales imponiendo criterios para asegurar provisión de minerales críticos en beneficio de sus industrias.
Chile debe tener una política comercial en pro del desarrollo productivo nacional, no al de otras economías. Para eso se puede seguir lo que ya están haciendo economías desarrolladas (Australia, Canadá, Nueva Zelanda, Canadá, EE.UU, y la UE) y países latinoamericanos (Honduras, Ecuador, Brasil), avanzando hacia la eliminación de los tribunales internacionales inversionista-estado de sus acuerdos, y crear mecanismos nuevos, más confiables y menos ad hoc a los intereses de los grandes capitales.
A su vez, se debe erigir una nueva arquitectura que promueva y asegure mayor transferencia tecnológica por parte de inversiones extranjeras de calidad (como lo han hecho Noruega y Corea del Sur, y hoy Brasil, India e Indonesia, por nombrar algunos). A modo de ejemplo, Chile puede incluir esos requisitos en sus contratos en torno al litio (CEOL) y servir de ejemplo para contratos futuros en áreas como el cobre y otras materias primas estratégicas.
Lo anterior, junto con modernizar y renegociar acuerdos comerciales para incluir normas que aseguren un mayor espacio de políticas públicas (policy space) para la política industrial chilena, permitiendo al gobierno exigir condicionalidades de contenido local (desde porcentajes de inversión en I+D, compartir patentes, fortalecer proveedores nacionales, etc.) a las empresas, tanto nacionales como extranjeras, tal como vemos en ejemplos como el KfW y el CfD en Alemania, el ScotWind en Escocia o el IRA de EE.UU., entre muchos otros casos.
Tercero, el desarrollo de una política comercial progresista debe tener al sector de servicios y de bienes intensivos en conocimiento como pilares de su estrategia. Desarrollar el sector de servicios en torno a los recursos naturales, como también los servicios globales y la economía digital, así como bienes de media y alta tecnología relacionados a dichos sectores. Chile debe aprovechar su potencial en dichos servicios globales para diversificar su matriz exportadora, fortaleciendo la capacidad exportadora del ecosistema innovador del país, potenciando la exportación de servicios profesionales y tecnológicos, incluyendo los relacionados a la inteligencia artificial y nuevas tecnologías. La infraestructura digital y de telecomunicaciones debe fortalecerse como base de esta transformación, así como también la regulación y protección de datos y su comercialización.
Cuarto, democratizar los beneficios del comercio internacional. La nueva política comercial debe incorporar activamente a pymes y cooperativas en las cadenas globales de valor. Esto requiere -más allá de las páginas web ofrecidas por los acuerdos comerciales como en el caso del CPTPP- de programas específicos de internacionalización, plataformas digitales de exportación, financiamiento para certificaciones internacionales, y apoyo para integrarse en plataformas globales, fortaleciendo el trabajo de ProChile y su articulación con otros actores como CORFO y la futura AFIDE. Resulta fundamental incluir una perspectiva de género, desarrollando programas específicos para empresas lideradas por mujeres, eliminando barreras de acceso a financiamiento y mercados internacionales para emprendedoras y empresas lideradas por mujeres. Además, debemos asegurar que el comercio internacional contribuya a la transición ecológica mediante estándares de trazabilidad ambiental, certificaciones de carbono neutro, y desarrollo de tecnologías verdes para la producción y el comercio, utilizando mecanismos como transferencia tecnológica y compras públicas.
Quinto, una política comercial hacia la multipertenencia. El eje Atlántico se ha quebrado y está en una profunda crisis, mientras que el del Pacífico se dinamiza. La crisis geopolítica global se ha visto acentuada y abre nuevas oportunidades para nuestro país. Chile, siguiendo su tradición de política exterior pragmática, debe abrirse a nuevas relaciones y pertenencias con bloques que tengan potencial de colaborar en nuestros objetivos de desarrollo.
Es por esto por lo que se podría optar por participar en nuevos espacios como BRICS+ y RCEP, así como potenciar nuestra relación con ASEAN, y buscar oportunidades con el bloque del AfcFTA. Estos espacios son claves para diversificar nuestros lazos en torno al principio de multipertenencia. El BRICS+, como ha sostenido Mariana Mazzucato, representa hoy más de un tercio de la economía mundial, y su influencia ha crecido de forma que, por ejemplo, el liderazgo del G20 ha pasado de Brasil a Sudáfrica, ambos miembros del BRICS. Cabe, por cierto, cuestionarse el porqué del Presidente Lula de invitar a otros gobiernos progresistas de la región a la cumbre del BRICS y no a nuestro país.
Sexto, una política en torno al principio de autonomía compartida desde América Latina. A diferencia de la UE o América del Norte, la región de América Latina tiene débiles lazos comerciales internos. En un contexto de guerra arancelaria entre EE.UU, y sus vecinos, UE y China, fortalecer los nexos comerciales con la región es una forma de protegernos de estos conflictos foráneos, consolidar cadenas regionales de valor y resguardar una autonomía compartida dentro de la región. En particular, proponemos: (a) un nuevo regionalismo productivo: consolidar cadenas de valor en torno a la electromovilidad con México y Brasil, que permita mayores niveles de procesamiento de litio en territorio nacional, aprovechando la acumulación de origen presente en los nuevos acuerdos firmados por dichos países, acelerar los esfuerzos para sacar adelante los corredores bio-oceánicos con Argentina, Brasil y Paraguay (una infraestructura clave para este propósito, y buscar un marco regulatorio común para temas como minerales críticos, economía digital, inversiones extranjeras y fortalecimiento de la cooperación tecnológica entre los países; (b) buscar una alianza regional para unirse ante las arremetida unilaterales de EE.UU. en el presente, y de otros actores en el futuro, haciendo frente a su planteamiento de aranceles recíprocos (que consideren el IVA como arancel) y otros usos de la política comercial para influir en la política interna. América Latina debe coordinarse y articularse para responder consensuadamente a estos embistes.
Séptimo, una agenda de reforma al orden multilateral desde el Sur Global. Esto implica consensuar una agenda común de reforma a la arquitectura comercial multilateral y regional con países aliados como Brasil, México y Colombia, así como aliados en otras regiones, que permita articular una reforma sustantiva ante la crisis de la OMC.
Entre otras acciones, promover la aplicación de un Green TRIPS Waiver (o sea, relajar el régimen de patentes para proponer mayor flexibilidad a patentes ante un bien público global como la emergencia climática para los países en desarrollo), y garantizar flexibilidad, tanto arancelaria como de implementación de compromisos, siguiendo el principio de Trato Especial y Diferenciado recogido en la Parte IV del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) de 1994, de acuerdo al nivel de desarrollo de los países, así como plantear la discusión sobre los subsidios agrícolas en los países desarrollados, o una reforma que flexibilice los mecanismos plurilaterales en la misma OMC.
Chile puede asumir un mayor liderazgo en agendas globales como la tributación internacional, un nuevo régimen de patentes o una nueva agenda de regulación a las empresas transnacionales. Por ejemplo, la Bridgetown Initiative, liderada por la Primera Ministra de Barbados Mia Mottley, busca reformar el sistema financiero internacional para el cambio climático y ha recibido un importante apoyo internacional. El gobierno debe mostrar mayor audacia y usar su posición para liderar agendas progresistas globales desde el Sur Global.
Estos siete principios son, sin duda, generales y no cierran el debate. Las fuerzas progresistas hoy tienen la responsabilidad dejar la inercia y levantar una propuesta transformadora. Las aguas del comercio internacional están revueltas, lo que abre una oportunidad para traer mayores beneficios del comercio internacional a nuestro país y a nuestra región. Para esto, debemos abandonar la inercia y optar por una política comercial progresista para Chile.
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