Columna de José Miguel Ahumada y Andrés Bórquez: Chile, BRICS y una política exterior estratégica
¿Debe Chile formar parte de los BRICS? La semana pasada presentamos cinco argumentos que respaldan que Chile sea miembro asociado. Ex cancilleres, el economista Sebastián Sáez y una editorial de un diario local, sostuvieron lo contrario. Sus planteamientos son relevantes y sus dudas legítimas, lo que merecen ser tomados en cuenta y debatidos.
Identificamos cuatro puntos comunes en sus análisis, y expondremos argumentos para discutirlos.
a. El BRICS tiene valores distintos a Chile y el afán tras la propuesta es cuestionar las alianzas con las potencias democráticas desarrolladas.
Se dice que Chile no tiene los mismos valores que, por ejemplo, Rusia o China. Ambos países tienen sistemas políticos y culturales diferentes a los chilenos. Y eso es totalmente cierto. Sin embargo, ¿no compartimos valores con otros miembros, como India o Sudáfrica? India es la democracia más grande del mundo, y Sudáfrica, al igual que nosotros, este año cumple 35 años de democracia. Como en toda asociación, hay miembros que comparten más o menos valores con uno.
Necesitamos seguir aprendiendo a negociar y dialogar con otras culturas, pero eso no implica renunciar a nuestros principios. Brasil, por ejemplo, es una democracia consolidada y es miembro fundador de los BRICS, pero ha seguido votando en Naciones Unidas en contra de la invasión de Rusia a Ucrania.
En efecto, la realidad es más compleja que los pensamientos dicotómicos de países con valores correctos y otros con incorrectos. ¿Compartimos valores con el gobierno de Trump y su retórica expansionista? ¿Compartimos valores con Europa? Pues con algunos sí, pero con la Italia de Meloni lo dudamos. Y sin embargo, claramente tenemos lazos sólidos con ambos.
Chile ha sido pionero en la región en su integración en la cuenca del Pacífico. En 1994, ingresó al Foro APEC, que reúne a economías con diferentes sistemas políticos, entre los que se encuentran Singapur, China, Brunéi, Japón y Rusia. Esta decisión permitió contar con una doble cobertura para profundizar en temas económicos y comerciales con esta región, que hoy representa más del 55 % de nuestras exportaciones.
La diplomacia económica debe desplegar múltiples acciones para lograr sus objetivos. En esta línea, ser un miembro asociado del BRICS, no implica en sentido alguno romper nuestros acuerdos vigentes con EE. UU. o la UE, sino que es una forma de diversificar nuestros espacios de interacción con las principales economías emergentes. En su momento, la APEC nos permitió estrechar relaciones sobre todo con el Este de Asia. Ahora, los BRICS nos permitirá estar sentados en la misma mesa con, por ejemplo, la India, en una de las pocas instancias político-económicas en la que participa esta nación del sur de Asia.
Chile ha buscado una profundización del acuerdo comercial con la India desde hace ya mucho tiempo, sin resultado concreto. ¿No ayudará a ese fin que India nos vea como socios sólidos y compartiendo en foros comunes?
b. El BRICS es un bloque político, no económico, por lo que apuntar a criterios de dinamismo económico para que Chile entre, sería un error.
Desde sus orígenes el BRICS se ha configurado como un foro político y económico. El año 2014, crearon su propio Banco del Desarrollo con un capital capital autorizado de 100 mil millones de dólares, para proveer de financiamiento a proyectos de desarrollo a sus miembros (este banco brinda prioridad a sus miembros a la hora de financiar proyectos). Paralelamente, estableció un Acuerdo de Reserva de Contingencias (CRA) con un fondo de 100 mil millones dólares, para momentos de crisis de balanza de pagos.
A su vez, el BRICS tiene una arquitectura de diálogos público-privado y de prospectiva económica, como el Foro Empresarial y el Consejo Empresarial, la Plataforma BRICS para la Investigación económica y el Grupo de Trabajo sobre Comercio e Inversiones.
Chile necesita urgentemente aumentar sus inversiones en infraestructura y energía para reactivar su crecimiento. En este contexto, es razonable que nuestra diplomacia económica se marque como objetivo clave diversificar el acceso a fuentes de financiación internacional.
c. BRICS propone cambios en el sistema multilateral y no son economías de libre comercio.
Es difícil considerar esto como un argumento que nos impida asociarnos al BRICS. EE.UU está aumentando aranceles en forma unilateral a países con los que tiene acuerdos comerciales, establece regulaciones y restricciones a las inversiones extranjeras, subsidios condicionados a contenido local, bloqueo de plataformas digitales extranjeras por criterios geopolíticos, y tiene bloqueado el Órgano de Apelación de la OMC, haciendo que esta organización esté de facto sin poder. ¿Quiere decir eso que tenemos que abandonar el TLC o retirarnos del American Partnership for Economic Prosperity, empujado por EE.UU?
Con la UE se ha aprobado una modernización de su acuerdo comercial, que incluye temas mucho más allá de los meramente comerciales. Sin embargo, hoy la UE subsidia a su industria, erige barreras arancelarias para proteger su manufactura y exige transferencias tecnológicas a las inversiones chinas. ¿Debemos cerrar el acuerdo porque no está actuando como una economía promotora del libre comercio?
Lo mismo podríamos decir del caso chino. Chile no abandona ningún lazo con esos países, a pesar de sus nuevas agendas proteccionistas. ¿Por qué no lo hace? Porque en la esfera internacional Chile debe velar por sus intereses nacionales y tejer lazos con economías y países con los que no necesariamente comulgamos en todo.
d. Chile ya tiene algún tipo de acuerdo comercial con los miembros del BRICS, entonces ¿para qué ser miembros asociados del BRICS?
Los desafíos que tenemos como país van más allá de “abrir mercados” para aumentar las exportaciones en torno a nuestras ventajas comparativas. Esa estrategia agotó su dinamismo hace más de una década, con exportaciones generando rendimientos decrecientes a partir del desgaste ambiental y productivo que ha implicado.
Hoy la diplomacia económica debe enfocarse en diversificar las fuentes de financiamiento, fortalecer múltiples alianzas público-privados, y fortalecer una estrategia de multipertenencia que permita atraer nuevas inversiones en función del desarrollo del país. Sobre este último punto hay que señalar que según “Fortune Global Ranking” el 30% de las 500 empresas más grandes del mundo en términos de ingreso son de los países BRICS. Estás empresas en sus procesos de expansión global pueden considerar a Chile como una plataforma para crecer sus operaciones en la cuenca latinoamericana del pacífico.
En esta misma línea, hoy en día vivimos en una sociedad del conocimiento basada en el desarrollo de tecnologías complejas. Ser un miembro asociado nos permitiría acceder a subforos y grupos de trabajo en estos ámbitos. Según datos de la OMPI 2023, tres de los diez países que más solicitudes de patentes tecnológicas presentan son BRICS. India ha avanzado significativamente en la industria de la biotecnología, Emiratos Árabes Unidos se encuentra desarrollando tecnologías de almacenamiento de energía renovables, Indonesia con la tecnología digital para gestionar el agua. Estos temas son relevantes para Chile y no hay que cerrarse a la cooperación en múltiples espacios.
Como síntesis, Chile se enfrenta a un nuevo orden internacional policéntrico y complejo. Este escenario exige una política exterior pragmática y estratégica, que abandone no solo la inercia actual, sino los prejuicios y los pensamientos dicotómicos simplistas.
Por José Miguel Ahumada y Andrés Bórquez, académicos Instituto de Estudios Internacionales, Universidad de Chile.
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