Columna de José Osorio: Monumentos y resignificación

plaza baquedano
Monumentos y resignificación. RODRIGO GALVEZ

El debate sobre el monumento al general Baquedano es un reflejo de la búsqueda por un consenso social más equitativo y pluralista.



El monumento al general Baquedano ha sido un punto de convergencia y un símbolo cargado de significado. El conjunto conformado por la escultura de Virginio Arias y el plinto de Gustavo García del Postigo, inaugurado el 18 de septiembre de 1928, rinde homenaje a Manuel Baquedano, líder militar del siglo XIX reconocido por su papel en la Guerra del Pacífico.

La figura controvertida de Baquedano ha sido venerada por algunos como un héroe nacional y, por otros, cuestionada por su rol en la ocupación de territorio mapuche. En el conjunto escultórico, convergen manifestaciones populares de todo tipo. En el marco del estallido social de 2019, el monumento se convirtió en un foco de manifestaciones, siendo intervenido y dañado en varias ocasiones. La paradoja es que no se entiende la imagen del estallido sin la figura de Baquedano al centro. Esto ha desatado un debate para el relato del poder frente a ese momento de la historia, más que una real preocupación sobre los patrimonios y monumentos, su preservación, resignificación y apropiación.

En un país que mantiene pendiente procesos de cambio social y político profundos, estos símbolos públicos no solo representan figuras o eventos del pasado, sino que tienen la capacidad de influir en el diálogo actual sobre quiénes fuimos, quiénes somos y quiénes aspiramos a ser como país. Reinterpretar un monumento es una invitación a reexaminar la historia, reconociendo voces y perspectivas diversas, tocando fibras sensibles sobre la construcción de memoria histórica y su repercusión en la identidad nacional.

Un claro ejemplo de apropiación es otra obra de Virginio Arias, el monumento al “Defensor de la Patria”, en el centro de la plaza Yungay. Desde sus primeros años, fue nombrado popularmente como monumento al “Roto Chileno” y actualmente es el símbolo de una comunidad que ha protegido patrimonialmente su barrio frente a la destrucción inmobiliaria.

En el caso del monumento a Baquedano, resignificar no implica necesariamente destruir, remover o reubicar, sino más bien contextualizarlo dentro de una narrativa más amplia que incluya las complejidades y contradicciones de su legado. Esto puede lograrse de diversas formas. Otros países han demostrado que estas iniciativas permiten a las sociedades reconectar con su patrimonio cultural de maneras que fomentan el entendimiento y la cohesión social.

La resignificación también ofrece una plataforma para educar a futuras generaciones sobre la historia, sus luces y sombras, sus héroes y villanos, de manera crítica y reflexiva. Este proceso puede inspirar un sentido de pertenencia más inclusivo, integrando las diversas narrativas que conforman el tejido social.

El debate sobre el monumento al general Baquedano, luego de la decisión del Consejo de Monumentos Nacionales de autorizar la restauración del plinto como parte del conjunto escultórico, es más que una discusión sobre un monumento específico, es un reflejo de la búsqueda por un consenso social más equitativo y pluralista. Es una oportunidad para que Chile redefina su relación con el pasado, creando un entorno donde sus ciudadanos puedan verse reflejados y valorados en el espacio público compartido.

Al caminar por las calles de nuestras ciudades, deberíamos poder sentir el latir de una historia que, aunque compleja, nos enorgullece por su incesante búsqueda hacia un futuro mejor.

Por José Osorio, presidente de la Asociación de Barrios y Zonas Patrimoniales y exconsejero del CMN

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