Columna de Josefina Araos: ¿Quién ganó?

Comisión de Trabajo del Senado, exCongreso
¿Quién ganó?


Quién ganó (y quién perdió). Ese ha sido el eje principal de las reacciones a nivel político y mediático a propósito del acuerdo que permitió aprobar la reforma previsional. Reflejando el estado de nuestra política, el debate de los últimos días se ha visto dominado por la mezquindad, al punto de que ha aparecido muy poco la pregunta más importante: si acaso la reforma es buena o mala para Chile. Lo central, en cambio, parece ser dirimir si el acuerdo beneficia a un lado u otro del espectro político. Y así, mientras los involucrados en él intentan probar con distintos argumentos que son ellos los triunfadores, los que miran recelosos desde fuera difunden las peores versiones de quienes estuvieron dispuestos a ceder. Allí no habría más que deslealtad y sometimiento.

Es relevante detenerse en esto, porque revela algunas de nuestras actuales dificultades. Y es que se ha vuelto cada vez más difícil el debate político, pues en lugar de conversar respecto de las diferencias técnicas o normativas que pueda haber sobre una materia (donde pueden ser pertinentes y necesarias algunas críticas a la reforma aprobada), parece por momentos más importante confirmar a qué bando pertenecen las posturas en disputa. Al mismo tiempo, predomina una comprensión muy singular del modo en que deben defenderse las propias posiciones: se es leal a los principios e idearios de un sector político solo en la medida en que estos logran imponerse por completo. Es como si la pregunta por el diálogo de tales principios con la realidad no tuviera ningún papel que cumplir; y siquiera el intento de plantearla es tildado como una forma de renuncia, de complicidad con las aspiraciones del adversario. Una mera transacción para mantenerse en el poder.

Por cierto, la política siempre tiene algo de lo anterior: se entra en ella en función de principios que se consideran buenos y que por lo mismo tiene sentido intentar que orienten las propuestas concretas que luego se defienden. Pero la fidelidad no se restringe a las ideas que nos inspiran; ella se debe también (y quizás sobre todo) a aquellos a los que la política busca representar. Y el problema es que la conexión entre ambas cosas no es inmediata. Por eso la política debe ser realista; debe estar dispuesta a modificarse, a reorientarse, no por pragmatismo o renuncia, sino porque de la realidad hay algo que aprender. Se trata de una conclusión derivada de una premisa elemental: no somos infalibles y estamos llenos de puntos ciegos. Esto debiera haberlo aprendido (aunque a la fuerza) el actual gobierno; es en el contacto con la realidad que en último término se prueba la legitimidad de nuestras banderas.

No se trata entonces de reivindicar porque sí los acuerdos -un acuerdo no es automáticamente bueno por ser un acuerdo-, sino de reconocer que es solo con ellos que se hace posible una política realista y democrática. Sabemos por distintos estudios que la ciudadanía demanda consensos a la clase política, pero no porque los valore por defecto, sino porque no hay otra manera de dar respuestas a sus demandas. Ahora bien, que esos acuerdos estén siendo tan difíciles no es azaroso y eso también es bueno recordarlo, en particular a quienes hoy celebran esperanzados desde La Moneda. Y es que las desconfianzas se han levantado a la luz de los complejos acontecimientos de los últimos años, donde la performance de parte importante del oficialismo confirmó las peores hipótesis de sus adversarios. En ese sentido, tal vez convenga advertirle al gobierno no tanto que celebra una reforma que refuerza las banderas que prometió derrumbar, sino que puede hacerlo porque cuenta con una oposición leal que estuvo dispuesta a permitirlo; una oposición que sabe que sin consensos mínimos no se puede gobernar. Si acaso la izquierda le toma el peso a ello podremos esperar de la reforma no solo mejores pensiones, sino una mejor política para el ciclo que viene.

Por Josefina Araos, investigadora IES

Comenta

Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.