Columna de Juan Carlos Guajardo: El estancamiento en la producción chilena de cobre

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Foto: Mario Téllez / La Tercera

"En los últimos años ha ido avanzado lamentablemente la anti-minería. Este fenómeno ideológico que parecía ajeno a nuestra realidad de país históricamente minero está presente desde hace algunos años, de la mano de ideologías inspiradas en el ecologismo profundo, en el indigenismo y el anticapitalismo."



Chile es el primer productor mundial de cobre desde hace muchos años sin embargo el crecimiento se ha estancado desde mediados de la década anterior, cuando logró llegar al nivel de los 5,5 millones de toneladas. Desde entonces la producción nacional de cobre de mina ha oscilado en torno a esta cifra, frustrando en repetidas oportunidades los pronósticos que apuntaban a romper la barrera de los 6 millones de toneladas anuales.

Pero si se mide la participación de Chile en la producción total mundial, el estancamiento se convierte en declive pues otros países han aumentado su producción de manera significativa, especialmente el Perú y algunos países asiáticos y africanos. Así, mientras el país alcanzó su mayor participación en el total mundial en el año 2004 con un 36,4% hoy ostenta alrededor del 28%.

Hay varias razones detrás de este estancamiento-declive. En primer lugar, la caída en las leyes del mineral, vale decir la cantidad de mineral contenida en las zonas explotadas. El fuerte boom minero de los años noventa dejó al país con una capacidad instalada de nuevas minas muy relevante. Al menos 4 nuevas minas chilenas se instalaron entre las más grandes y productivas del mundo, que se sumaron a las ya consolidadas, principalmente de Codelco. Es esperable que exista una caída importante en las leyes de las minas chilenas pues partieron hace 20 años desde niveles altos. Se estima que solo por menores leyes Chile reduce su producción en 100 mil toneladas anualmente.

Este punto es crucial pues entraña la diferencia de entendimiento sobre el negocio minero. Mientras muchos piensan que este declive es la prueba de que se trata de un negocio estático por ser un recurso no renovable, y lo es desde una perspectiva geológica, no lo es así si se entiende desde una perspectiva económica. Mientras en el año 1900 se produjeron en el mundo 450 mil toneladas de cobre de mina con una ley de 4%, actualmente se producen más de 20 millones de toneladas anuales con leyes de 0,5%. La inversión y el avance tecnológico lo permiten y confirman que la minería es un negocio dinámico y renovable si se entiende como un conjunto.

Se requiere inversión y muchas veces con alto nivel de riesgo, para mantener este avance continuo que aporta a la civilización con los metales que requiere para su progreso.

Pero no se pueden soslayar otros factores que han ralentizado la producción nacional. Al inicio de la cadena productiva, la exploración por nuevos yacimientos no ha sido tan potente como podría haber sido. Los incentivos han estado más en explorar en torno a los grandes yacimientos que en los descubrimientos. Un factor que dinamizaría la actividad minera del país a largo plazo sería definir un marco legal que otorgue un adecuado conjunto de incentivos para descubrimientos.

En los últimos años ha ido avanzado lamentablemente la anti-minería. Este fenómeno ideológico que parecía ajeno a nuestra realidad de país históricamente minero está presente desde hace algunos años, de la mano de ideologías inspiradas en el ecologismo profundo, en el indigenismo y el anticapitalismo. La judicialización de proyectos que contaban con sus permisos fue la primera etapa, empujada por ONGs, pero hoy se aprecia que la anti-minería avanza en diversos ámbitos.

Se trata de una gran paradoja para uno de los países mineros más importantes del mundo, pero quizás por lo mismo debemos prepararnos para defender fieramente a la minería ya que el atractivo de mermar a la minería en Chile, Perú y otros países con gran potencial minero es muy apetecible para el movimiento anti-minero internacional.

* El autor es director ejecutivo Plusmining.

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