Columna de Juan Carvajal: 50 años y la voz de la historia
En la medida que se acerca la fecha crecen las tensiones, las demandas, la discusión, la crítica y la ansiedad por lo que ocurrirá el 11 de septiembre, cuando se conmemoren los 50 años del Golpe militar. En los prolegómenos, y cuando el país aún no se entera de cuál será la agenda que aspire a transformar esta fecha en un antes y un después o en una lectura histórica oficial de algunos conceptos básicos que como país debiéramos asumir, emergen más elementos de división que de convergencia. Es más, Patricio Fernández, quien por decisión presidencial tenía la responsabilidad de concordar un plan de convocatoria amplia y diversa, ya se transformó en la primera víctima sin la posibilidad siquiera de que, a lo menos, conociéramos sus propuestas.
Para quienes somos víctimas de la dictadura y vivimos la prisión, la tortura, la desaparición forzada, el asilo, la expulsión y el exilio sin permiso de retorno, es muy clara la demanda de “Verdad, Justicia y Reparación”, pero para gran parte del país representa el miedo de una fecha que durante años ha significado destrozos y enfrentamientos en sus barrios; y para la hoy oposición es una fecha incómoda y buena parte de este sector quisiera borrarla de su memoria. Y quizás lo más importante es que para las nuevas generaciones es una efeméride de la que desconocen historia, pormenores y detalles que parecen lejanos o “historias de los viejos”.
Por ello es importante desideologizar el tema, asumir que el país necesita proyectar esta tragedia pensando en el futuro, en la consolidación de las ideas democráticas y por sobre todo en la comprensión de que la elite política debe asumir como un reto ineludible la misión de concordar algunos principios básicos, como asumir globalmente el compromiso de que nunca más se busque en los cuarteles la solución de los problemas de la democracia o que para los chilenos no sea aceptable, en ningún caso ni circunstancia, la violación de los DD.HH; que se establezca la firme convicción de que los problemas de la democracia se resuelven en democracia.
Al final, las respuestas sensatas llegan más de testimonios históricos que de las discusiones de actores influidos por factores políticos, afectivos, coyunturales o ideológicos. Ese es el caso de una de los héroes de la tragedia de Alpatacal, el general Guillermo Aldana Stegemoller, quien en los últimos años de su vida observó los horrores del Golpe militar y la muerte de algunos de sus amigos como el general Augusto Lutz. Ese suegro que no tuve el honor de conocer y, ya en retiro, solía señalar que los militares estaban formados para defender a la patria ante una amenaza extranjera y no para intervenir en política. En más de una oportunidad le señaló a su hija: “Siempre los golpes de Estado traen consigo violaciones a los derechos humanos, ya que quienes lo ejecutan han sido preparados para la guerra y no para hacer gobierno”. Y es que esa era, a su juicio, una contradicción vital, porque quienes han sido formados para defender la institucionalidad y el Estado de derecho no deben asumir su quiebre.
Por Juan Carvajal, periodista y ex director de la Secom
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