Columna de Juan Carvajal: Comunicación, política y algo más
A escasos 26 días del polémico plebiscito de salida, poco a poco ha ido quedando claro que mientras más avanza la cuenta regresiva de este magno evento, más en evidencia queda la pérdida del sentido estratégico del mismo y -por el contrario- la proyección y trascendencia del post 4 de septiembre. Hoy importan las negociaciones y, por sobre todo, los acuerdos transversales que se puedan lograr para arribar a un pacto político, social y económico que garantice estabilidad y gobernabilidad para los próximos 50 años.
En ese sentido se enmarca también el rápido avance en el Parlamento de la rebaja a 4/7 del quórum necesario para efectuar cambios constitucionales a la Carta Fundamental vigente de ganar el Rechazo, así como el llamado del Presidente Boric para alcanzar un acuerdo previo al 4 de septiembre sobre los “mínimos comunes” que habría que cambiar en el texto emanado de la Convención, de triunfar el Apruebo. Ambas iniciativas dan cuenta de un itinerario constituyente que iniciará un segundo tiempo decisivo el “día después”, en un camino que buscaría superar la polarización generada por el curso de este proceso.
Se escucha bien, pero es y será mucho más complejo y difícil de lo que parece. Y esto porque la consulta del 4 de septiembre, de ser un Apruebo o un Rechazo ha pasado a transformarse en una entelequia llena de contenidos y matices diversos que, a su vez, se subdividen en otros tantos significados y significantes. En el Apruebo hay quienes aprueban para reformar, otros para mejorar y otros que nada quieren cambiar. En el Rechazo quienes se inclinan por mantener la actual Constitución, los que buscan crear una nueva y quienes preferirían la actual con reformas. Y qué decir de cuáles podrían ser los cambios, en qué áreas y con qué proyecciones.
Así, del proceso más transversal, paritario, participativo, inclusivo y democrático del que se tenga memoria, hemos pasado al comienzo de otra etapa que busca estabilidad en el momento más disruptivo de la política chilena, acuerdos en la etapa de mayor desprestigio de los partidos e instituciones y un reposicionamiento del rol del Parlamento cuando mayor dispersión muestra el hemiciclo. Todo ello en momentos de crisis económica e inflación y cuando aún se sienten los efectos del estallido.
En esas condiciones hemos ingresado al período decisivo de esta contienda electoral, con una franja televisiva que amenaza con transformarse en factor decisivo para asumir la opción de voto y cuando el factor comunicacional más que el político se erige como la herramienta para llegar a los públicos masivos, interpelando las emociones y buscando que la subjetividad se superponga a la racionalidad y al ideologismo que ha caracterizado el debate de las últimas semanas.
Así, lejos de estar en el capítulo final, todo indica que más bien este puede ser un punto de partida de un proceso que requerirá de mucha política, de comunicación activa y de capacidad de seducir, unir voluntades, y de una gran cuota de generosidad.
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