Columna de Juan Carvajal: Percepción y realidad
El reciente índice de medición sobre la situación delictual que afecta al país que dio a conocer la Fundación Paz Ciudadana, refleja que la percepción de temor a la delincuencia registró su nivel más alto de los últimos 22 años. En este caso, percepción y realidad son convergentes, pero no siempre es así.
Hoy por hoy es de común ocurrencia escuchar, ver o ser parte de discusiones cuyo sentido último no está claro porque se evade -o se evita- acudir a los hechos y datos comprobables, que son finalmente los que dan sustento a cualquier razonamiento o hipótesis. La saturación informativa y lasfake news, lejos de ayudar, se han transformado en otro factor distorsionador entre realidad y percepción, debido a que el lenguaje moderno va dejando cada vez más de lado los fundamentos y la densidad de las ideas, para reemplazarlos por afirmaciones categóricas que muchas veces carecen de sustento real y que terminan generando polarizaciones que aumentan las tensiones y alientan la beligerancia y la violencia.
Así se vivió en Brasil, en la reciente campaña presidencial, y en EE.UU., cuando Trump generó un ambiente previo de confrontación, para después alargar innecesariamente el reconocimiento del legítimo triunfo de Joe Biden, entre otros tantos casos que están ocurriendo en el mundo y que amenazan la democracia y la paz.
De hecho, todos los actores políticos en Chile no deberían dudar de que, como ocurre en todas las elecciones, el plebiscito de salida contó no sólo con una histórica participación, sino también con un alto porcentaje de votantes que acudieron a las urnas por la percepción de que la propuesta constitucional era mala, más allá de que en este caso sí lo fuera.
El que la elite política no haya entendido a cabalidad que ese resultado electoral le dio una oportunidad que nadie esperaba, es algo que debería estar muy grabado en la mente de todos los dirigentes. También por percepción, la inmensa mayoría ciudadana desprecia cada vez más la política, a sus organismos y representantes. Así lo demuestran los estudios y sabemos que mientras esta tendencia crece, se debilita la democracia.
Seguir extendiendo los plazos para un acuerdo definitivo sobre los tiempos, el mecanismo y la forma en que transitará el nuevo proceso constitucional es innecesario y dañino para el fortalecimiento institucional de Chile. También lo es el que el gobierno no acepte que ha cometido errores, ya sea por ideologismo o falta de experiencia. A eso se suma una oposición que no trepida en tratar de introducir dinámicas o querellas que apuntan a instalar la idea de crisis, lo que socava la necesaria gobernabilidad.
Todos los estudios y proyecciones apuntan a que 2023 será un año golpeado por la crisis económica y la inflación. Problemas tenemos y grandes, agregarle más elementos no es saludable ni ayuda a fortalecer la democracia.
Parece saludable hacer los esfuerzos para que la realidad y las percepciones tengan un punto de encuentro que permita estabilizar al país.
Por Juan Carvajal, periodista y ex director de la Secom
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