Columna de Juan Carvajal: Una hoja de ruta clara
Los resultados de las últimas encuestas confirman la rápida pérdida de apoyo ciudadano que ha ido registrando el Presidente Boric y su gobierno. Como era previsible, la actual administración está teniendo el impacto de un complejo escenario post estallido, la acumulación de largas demandas ciudadanas y las expectativas y exigencias de soluciones “concretas y ahora”. Obviamente, todo ello no es posible en un país que tuvo que elegir entre la dimensión polar de una alternativa de izquierda y otra de ultraderecha. Y menos con una inflación desatada, con un clima de inseguridad pública que copa espacios en el territorio nacional y una demanda de urgencia a una autoridad gubernamental que no logra encontrar correspondencia entre el estado de las cosas y el afán por asumir los desafíos presentes y futuros que tiene el Ejecutivo.
Si bien es cierto que el Presidente Boric está haciendo denodados esfuerzos por retomar el protagonismo para el gobierno -con presencia en terreno y en medios, con un discurso empático con la ciudadanía y un tono autocrítico-, lamentablemente esto no es, ni suficiente, ni tiene los tiempos políticos y comunicacionales que se desprenden del estado de ánimo de la gente y del acelerado ritmo de una espiral de violencia que se expresa cada vez más en todos los ámbitos y en la confrontación entre el propio mundo civil, como quedó de manifiesto el reciente primero de mayo.
El gobierno enfrenta tiempos violentos, no solo en términos de orden público, control del narcotráfico, la migración irregular o el conflicto en la Macrozona Sur. La creciente inflación que se proyecta a nivel local y mundial, el alza de los productos de la canasta básica y el encarecimiento de los créditos y obligaciones financieras exacerban la percepción de indefensión, injusticia y rabia, que se traduce en enfrentamientos callejeros y en un clima que ya se sabe hacia donde conduce.
Por todo lo anterior, adquiere mayor urgencia que La Moneda asuma el control y manejo del país, con respuestas frente a lo que ocurre y demostrando que está resolviendo los problemas que aquejan a la gente. Esto supone que materias como las reformas previsional y tributaria -entre otras transformaciones estructurales- deben intercalarse con acciones precisas y concretas a la curva inflacionaria y a la espiral de violencia, dos problemas claves que afectan el día a día de las personas. Solo así se puede instalar de manera contundente la autoridad, más que el simple propósito de dialogar para resolver diferencias.
La cuenta pública del 1° de junio emerge como la oportunidad política y comunicacional para definir una hoja de ruta clara, con un horizonte y agenda concreta y medible en el tiempo, especialmente en términos de seguridad y orden público, como sobre la manera de enfrentar las necesidades económicas de la gente. Eso podría consolidar aquel liderazgo presidencial que brilló en la asunción del mando y que ahora el país demanda dramáticamente que se reinstale.
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