Columna de Juan Carvajal: ¿Y la guitarra?
Este fin de semana en diálogo con los afectados del temporal, Boric condenaba a los protagonistas del escándalo financiero de la fundación Democracia Viva, ligada a RD. El episodio entregó una excusa más a una derecha reticente a una reforma tributaria para reafirmar su posición, argumentando sobre el mal uso de recursos públicos. Así, es evidente que el Mandatario no ha podido levantar una gestión que muestre logros sin exabruptos, errores o negligencias de diverso tipo que empañan cualquier éxito y vuelven todo al punto de partida.
Y esto, porque la cobertura y proyección que, por ejemplo, debió tener la creación de la “Comisión Presidencial para la Paz y el Entendimiento”, conformada por representantes de todos los sectores, para abordar un tema tan sensible y complejo como sentar las bases para una solución de mediano y largo plazo en materias de tierra y reparación para las comunidades mapuches, simplemente se esfumó al lado del escándalo de la operación de Antofagasta, que huele mal y que, hasta hoy, no cuenta con una versión de los directos responsables.
Ya antes fue la crisis del virus sincicial, la salida del subsecretario de Salud y el desaguisado de la Feria del Libro de Frankfurt, que dejaron en evidencia la falta de coordinación del gobierno en la toma de decisiones. Así, en un mes en el que pareció que el Presidente Boric daba una inflexión con la Cuenta Pública y el alza de diez puntos en las encuestas, todo volvió a fojas cero.
Ya en diciembre del año pasado, cuando una debutante ministra del Interior, Carolina Toha, había logrado dar al cargo la dignidad que correspondía y estaba todo preparado para firmar un acuerdo general en la “Mesa de Seguridad”, todo se derrumbó con el anunció de un indulto que le costó muy caro al Presidente y al Ejecutivo. Obviamente, también este episodio permitió que la estrategia opositora, de golpear a la administración del Mandatario en todos los flancos posibles, se concretara sin daños colaterales en un tema tan sensible como es la seguridad que claman los chilenos.
Nadie puede negar que el Presidente ha dado claras señales de asumir que el gobernar es una misión que está muy lejos de los supuestos teóricos o de las simples ganas de transformarlo todo. La experiencia empírica demuestra que la honestidad, la entereza moral, la lealtad y el espíritu de servicio son virtudes presentes intergeneracionalmente de la misma forma que la corrupción, la deslealtad, la traición y la falta de transparencia pueden expresarse en cualquier núcleo o grupo de personas.
El Presidente Boric, en una mirada retrospectiva de los tropiezos que se sumaban el 2022, a 8 meses de mandato, señalaba: “… nos dimos cuenta efectivamente que otra cosa es con guitarra”. Hoy más que nunca ha quedado claro que una pretendida “superioridad moral” no es sino una arrogancia intelectual que no tiene fundamento a la luz de la historia. Lo que sí hace falta, y con urgencia, es que se asuma la necesidad de ser más pragmáticos, de estar mucho más en terreno, de desideologizar la gestión y de afinar -entre otras cosas- la “alerta temprana” para gobernar mejor.
Por Juan Carvajal, periodista y ex director de la Secom