Columna de Juan Cristóbal Portales: La política selfie

Sesión de la Cámara de Diputados 10/4/24
Sebastián Cisternas / Aton Chile.


La semana pasada hemos visto la trágica muerte de una influencer rusa de 39 años que arriesgó su vida para sacarse una foto personal o selfie con su smartphone desde un mirador de difícil acceso en la ciudad de Gagry, Georgia. La caída y muerte de la joven obedece a lo que Gilles Lipovetsky en “La era del vacío” (2006), denomina como una obsesión extendida y compartida más allá de la adolescencia por el autorretrato masificado. La confirmación de una cultura narcisista, la famosa cultura del Yo.

Nuestra clase política y empresarial en Chile no están ajenas a esta cultura. Su adopción está directamente relacionada con una sociedad de consumo cada vez más desideologizada, incrédula y pragmática, que a la par de la proliferación de plataformas y canales de información e interacción digital personalizados, progresivamente contrasta, desconfía y se ve defraudada de las propuestas de valor, promesas y discursos grandilocuentes de una mayoría de instituciones de la democracia y marcas. Una sociedad que incluso empieza a buscar alternativas fuera del sistema para satisfacer sus aspiraciones. Esta tendencia se manifiesta en el creciente impredicitibilidad del voto y el aumento del voto cruzado, la pérdida de fidelidad hacia las marcas tradicionales (según informe Latam Brand Footprint de Kantar en 2023, en la región incluyendo Chile, los consumidores han diversificado sus opciones en casi un 20%), y la búsqueda de opciones que calcen con un Yo ideal.

La respuesta desde la política local, antes que encontrar nuevas fórmulas para reducir esa brecha de desafección, ha sido la de frivolizar su oferta para entregar una apariencia de cercanía bajo una lógica narcisa. Esto es, llegar a la mayor cantidad de personas (alcance y amplificación) pero bloqueando la crítica y discusión fuera de sus zonas de confort y seguidores (baja interacción, impacto y confianza como lo manifiesta los diversos estudios del “Termómetro Político LLYC”). La política selfie se consagra entonces en la sobreexposición (con chascarros incluidos) del hiperactivismo todo terreno del ex Presidente Piñera; en los bailes tik-tokeros recurrentes de parlamentarios, alcaldes o ministros de gobierno cualquiera sea su color político para " humanizar y acercar” sus figuras y gestión; o en la coronación del Presidente Boric como el rey de las redes sociales (Estudio Ananda, 2023), con una intensa rutina de posteos diarios que adaptan la agenda presidencial a la construcción de la imagen “espontánea” de un ciudadano común y corriente (el ciudadano que en la mañana sube el cerro en bicicleta, a medido día empatiza con las trabajadoras de una caleta de pescadores, en la tarde se come un barros luco doble mayonesa palta en una fuente de soda del barrio Yungay, y en la noche camina tranquilamente por Plaza Brasil).

El resultado de dicha tendencia en todo caso es menos que satisfactorio para sus intérpretes: más que disminuir o contener, sólo han logrado acrecentar la desafección hacia la élite gobernante y erosionar una base de apoyo estable y confiable.

Desde el lado del sector privado, las cosas no han sido muy distintas. Pero acá la diferencia es que la política selfie tiende a tomar una dimensión más institucional como una suerte de autobombo de “lo bien que lo estamos haciendo”, y el uso de redes sociales y medios en general tiende a pensarse como espacio para validar a directivos y acciones corporativas con ciertos pares o vender de manera ingeniosa ciertos productos y servicios sin cuidar una relación de largo plazo.

De acuerdo con el estudio CHILE3D 2023 de GFK, la confianza en las empresas disminuyó desde un 15% en 2022 a un 10% en 2023, y hacia las marcas, desde el 19% en 2022 al 11% en 2023. Los CEO y directivos de las compañías poco están haciendo incluso en ciertos espacios más “contenidos” como LinkedIn, para revertir esa tendencia. Antes que invitar a una conversación y debate profesional sobre lo que se hace y cómo avanzar a mejores prácticas, evidencia un despliegue de posteos autorreferenciales sobre las bondades de una gestión propia o institucional. Esta conducta no sólo actúa como boomerang sobre las confianzas entre el sector privado y la sociedad. También es un factor que termina por debilitar el impulso económico.

La buena noticia es que algunos liderazgos están tomando nota de las contraindicaciones de seguir una política selfie. En reciente Forecast 2024 de Asuntos Corporativos de LLYC, cerca de 200 CEOs y directivos LATAM incluyendo a Chile, señalan la necesidad de avanzar en nuevas estrategias y acciones personales y corporativas que ayuden a contar con la confianza de los grupos de interés (73 %), escucharlos y entender sus expectativas (71 %).

Al final del día se trata de entender que el relato y la biografía, antes que un recurso de conversación monotemático narcisista debe ser visualizado y utilizado selectivamente como un insumo para conectar con un fin de escucha e implicación relevante. Y también como una posibilidad que ponga en valor experiencias que demuestren una consistencia y coherencia entre lo que se dice ser y lo que se hace en el día a día.

Por Juan Cristóbal Portales, Director General LLYC Chile.

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