Columna de Juan Enrique Serrano: Lugares comunes y los BRICS

BRICS summit held in Russia's city of Kazan


La columna de los profesores Ahumada y Bórquez argumentando a favor de la adhesión de Chile a los BRICS+ como miembro asociado, generó una serie de críticas que reproducen lugares comunes que deben revisarse para avanzar en un debate serio y crítico sobre el futuro de la política exterior chilena.

Un primer lugar común afirma que los BRICS+ es un espacio de dudosa eficacia pues han obtenido pocos avances en integración económica y que los TLCs serían una herramienta más efectiva para Chile. Este argumento tiende a ignorar que alrededor de un tercio de nuestras exportaciones se dirigen a China y que tanto la academia como la diplomacia chilenas han identificado que las economías emergentes miembros del foro como India, Indonesia, Malasia o Vietnam son aquellas con más potencial para aumentar nuestras exportaciones. Esto permitiría diversificar nuestro comercio y reducir los riesgos de dependencia económica con una sola potencia en un escenario geopolítico marcado por la incertidumbre. Participar en los BRICS+ podría contribuir a abrir estos mercados, especialmente si consideramos las nuevas dinámicas de las relaciones internacionales en el mundo postpandemia.

Otro lugar común habitual en este debate es considerar a los BRICS+ como un bloque político homogéneo que podría amenazar las alianzas tradicionales de Chile con los EE. UU. y la UE, considerados socios más estables y certeros. Sin embargo, los BRICS+ no implican alineamientos geopolíticos rígidos. Las disputas territoriales entre India y China, o la condena de Brasil a la invasión rusa de Ucrania, lo confirman. Aunque utilizan una retórica del Sur Global, no son el nuevo Pacto de Varsovia.

Existe consenso en la academia en que el fin del orden liberal internacional se acelera, dando paso a un entorno más realista, transaccional, “a la carta”, incluso “poliamoroso”, donde las potencias medias tienden a diversificar sus relaciones para proteger sus intereses alejándose de alianzas duras. Un escenario donde las relaciones económicas quedan condicionadas a criterios de seguridad nacional y proliferan iniciativas flexibles y adaptativas, ajenas a los tratados vinculantes.

Ejemplo de ello es cómo los EE. UU. y la UE adoptan medidas proteccionistas –incluso entre ellos– y cooperan con entusiasmo con miembros de los BRICS+ como Arabia Saudí o Emiratos Árabes Unidos guiados por intereses estratégicos y no por valores compartidos.

Observamos también nuevas iniciativas como el G20 o la Franja y la Ruta china, a la que Chile apoyó su llegada a América Latina y el Caribe en 2018 y a cuyos tres foros en Beijing han acudido los presidentes Bachelet, Piñera y Boric, este último en Beijing el 17 de octubre de 2023 junto a otros jefes de Estado entre los que se encontraba Putin.

Cabe destacar igualmente el modelo de integración regional con características confucianas de la ASEAN que ha tratado de incluir y no excluir a ninguna potencia en sus cumbres internacionales. Entre sus miembros encontramos a Indonesia y Vietnam que son miembros asociados de los BRICS+ y mantienen excelentes relaciones con los EE. UU. El modelo ASEAN ha privilegiado el diálogo y la construcción progresiva de confianza mutua en lugar de acuerdos vinculantes entre sus miembros, y también con terceros países, con excelentes resultados tanto diplomáticos como económicos.

Los BRICS+ son un foro de diálogo caracterizado por su flexibilidad, no una alianza geopolítica ni una organización internacional que requiera una cesión de soberanía, lo que los acerca a la doctrina de no alineamiento activo. Analizarlos desde perspectivas propias de la Guerra Fría o de la globalización de finales del siglo XX y principios del XXI resulta anacrónico.

En este contexto, Chile debe evitar dogmatismos y considerar formas más diversificadas de relacionarse con el mundo. La participación como miembro asociado en los BRICS+ no es una panacea ni abrirá por sí sola nuevos mercados. Además, la solicitud de adhesión requerirá un consenso político, pues los beneficios potenciales del foro residen en la construcción de confianza mediante un diálogo continuado en el tiempo. También se podría debatir sobre la posibilidad intermedia de que Chile adhiera al Nuevo Banco de Desarrollo que, si bien fue creado por los BRICS, no obliga a ser miembro del foro para participar en él.

En definitiva, la hipotética adhesión de Chile como miembro asociado a los BRICS+ no representaría necesariamente una ruptura con las alianzas tradicionales de Chile, sino una adaptación al nuevo escenario internacional coherente con el pragmatismo que ha caracterizado históricamente su política exterior.

Por Juan Enrique Serrano, Instituto de Estudios Internacionales, Universidad de Chile

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