Columna de Juan Ignacio Brito: Dos caras de la misma moneda

Chilean lawmakers vote on joining the Trans-Pacific Partnership, in Valparaiso


Es curioso que los mismos argumentos sirvan a sectores políticos opuestos para justificar sus decisiones y votaciones. En 2020, la derecha desechó la ratificación del Acuerdo de Escazú alegando que éste comprometía la soberanía del país. La izquierda, en cambio, señaló que Chile no podía quedar afuera de un acuerdo regional que nos vinculaba con estándares internacionales en la protección del medio ambiente. Finalmente, fue aprobado en mayo de este año. Ahora, a propósito de la votación sobre el TPP-11, los papeles se han invertido: senadores de izquierda dijeron oponerse por la pérdida de “autonomía en las decisiones” e “independencia” del país, mientras la derecha advirtió que éste no debe marginarse de la globalización y de reglas comerciales aplicadas por tantas naciones.

El resultado de esta paradoja es que, como la izquierda y la derecha unidas jamás serán vencidas, ahora somos parte del Acuerdo de Escazú y pronto lo seremos del TPP-11, menoscabando en ambos casos la soberanía nacional.

Es enternecedora la súbita y ocasional inquietud de ambos sectores por la protección de la soberanía. Lástima que sea tan poco sincera. Porque, en realidad, derecha e izquierda no están preocupadas por ella, sino que votan de acuerdo con sus preferencias y temores económicos. La derecha ve en Escazú un riesgo para los negocios y el desarrollo, al tiempo que cree justo lo contrario respecto del TPP-11. Al revés, la izquierda estima que este último consolida el modelo de libre mercado y que Escazú, en cambio, lo desafía al introducir limitaciones medioambientales.

Resulta notorio que, al final, sean las consideraciones económicas las que movilicen a ambos bandos. No en vano afirmaba Mario Góngora que en Chile “la política gira entre opciones marxistas y opciones neoliberales, entre las cuales existe en el fondo la ‘coincidencia de los opuestos’, ya que ambas proceden de una misma raíz, el pensamiento revolucionario del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX”. Al contrario de lo que sostenía Vicente Huidobro, derecha e izquierda piensan, cada cual a su manera, que “una nación es una tienda”.

Son las dos caras de la misma moneda.

Habría sido interesante que la defensa de la soberanía que postulan ambos sectores estuviera basada en un interés sustantivo -no accesorio- por la autonomía nacional, la defensa de las instituciones y, sobre todo, de los chilenos. Si la inquietud por la soberanía fuera coherente, surgiría de manera constante y no oportunista, como ocurre tan a menudo y queda patente en los casos de Escazú y el TPP-11. Al final, las que priman son las consideraciones económicas. Eso explica que derecha e izquierda -aparentemente rivales irreconciliables- queden hermanadas por su común materialismo y cortedad de miras.

Por Juan Ignacio Brito, periodista

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