Columna de Juan Ignacio Brito: El Presidente en su laberinto

Cabinet reshuffle in Chile's government, in Santiago


Gabriel Boric fue ayer el protagonista en un cambio de gabinete que a nadie importó demasiado. No podría haber sido de otra forma: la falta de dramatismo del ajuste ministerial hizo que lo más atractivo delacto en el salón Montt Varas fuera el discurso final del Mandatario.

No es que dijera mucho tampoco. El Presidente ya ha usado antes el tono conciliador que exhibió ayer. Es difícil saber cuánto durará en esa frecuencia, porque su discurso suele ser inconsistente en el tiempo.

El permanente ir y venir retórico del Presidente ratifica que la incertidumbre política que rodea al actual gobierno no proviene esencialmente de un equipo ministerial al que, como el mismo jefe de Estado dijo ayer, le ha costado cuajar. El origen principal de los inconvenientes del gobierno de Gabriel Boric es él mismo. Algo que se nota cada vez más.

El problema es que el Presidente está descolocado. Él y sus ideas son impopulares. El país ya no quiere lo que él alguna vez le propuso: rechazó la Constitución que a él le gustaba; le preocupan temas que no están entre las prioridades reales del Mandatario; no le importan mucho o rechaza los asuntos que sí son parte de la agenda presidencial. La sintonía entre Boric y el país se ha perdido: la enorme mayoría desconfía del Presidente.

Esa situación es inédita en la corta carrera política de un líder que se acostumbró a ser admirado y tratado como un wunderkind y que no sabe cómo enfrentar la adversidad política actual. Da la impresión de que la inconstancia de un Presidente que declara de manera contradictoria tiene su origen en que él sabe que para hacer un gobierno mínimamente efectivo debe renunciar a la personalidad que construyó cuidadosamente a lo largo de una década. El Presidente Boric tiene que romper con el diputado Boric y eso no le resulta fácil.

Boric construyó su carrera desde la rebeldía y el mesianismo moral. Eso provoca que, para él, un cambio de opinión no sea solo eso, sino una traición al personaje que creó y lo lanzó a la posición que hoy ocupa. Pero ese tipo de liderazgo resulta incongruente con el de un Presidente responsable.

Si no quiere seguir dilapidando el tiempo, Boric necesita tomar una decisión que hasta ahora ha eludido. Esta no pasa por nuevos cambios de gabinete sosos como el de ayer, sino por definirse. ¿Se conforma con ser el jefe de barra del 28-30% que lo sigue incondicionalmente? ¿O actúa desde la responsabilidad, escucha al país, abandona al personaje y se convierte definitivamente en Presidente? Mientras no opte por lo sensato, seguirá desgastándose semana a semana, con un gobierno que da bandazos y se diluye en el megáfono verborreico y expresiones de deseo. Boric está en una encrucijada. Ha gastado tiempo y energía en una duda cuasi adolescente y ahora debe resolver pronto.

Por Juan Ignacio Brito, periodista

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