Columna de Juan Ignacio Brito: Insoportable levedad
El Presidente anuncia sonriente en sus redes sociales que pretende hacer una travesura: “sorprender” a la vocera y a la ministra de Minería, que en esos momentos se encuentran en plena transmisión de un “live” sobre el acuerdo entre Codelco y SQM para la explotación del litio en el salar de Atacama.
Para el Mandatario se trata de una de esas “noticias positivas” que él quiere ver desplegadas en los medios y en las pautas de los matinales. Sin embargo, detrás de la buena onda asoma una pregunta ineludible: ¿Cómo es que el Presidente Gabriel Boric celebra un contrato con la empresa-símbolo de la corrupción por las platas políticas, uno de cuyos dueños es Julio Ponce Lerou, el ex “yernísimo” de Augusto Pinochet? La impasible vocera lo explica: SQM es solo una empresa más, tiene también otros dueños y el acuerdo es “una forma de reparar”.
Menuda manera de hacerlo: a través de un acuerdo negociado en la cocina, que, como sabemos, es el lugar preferido por SQM para hacer sus “deals”. Como bien ha dicho el economista Manuel Cruzat Valdés, es inusitado que en Chile se exija que las reparticiones públicas liciten hasta la compra de lápices, pero que para concretar este negocio multimillonario basten apenas unas “reuniones en salones bien amueblados”. El mercado reconoce que el gran ganador aquí es la empresa privada, que recuperará el gasto en que incurrirá por este en menos de un año y medio, a la cual le quedaban solo seis años años de derechos de explotación en el salar de Atacama y que ahora ha garantizado su presencia allí hasta 2060.
Todo lo cual subraya una vez más que la coherencia no es el fuerte del Mandatario. La lista de contradicciones entre el diputado y el Presidente es larga y el acuerdo con SQM es solo el último ejemplo. Gabriel Boric, que trató en su momento a Ponce Lerou de “delincuente” ha terminado haciéndolo aún más millonario. ¿Qué habría dicho Boric de un acuerdo así si todavía estuviera en la oposición? No cuesta imaginarlo.
Cambiar de opinión es de humildes, pero hacerlo con ligereza y tan a menudo revela más bien una levedad impropia de alguien que ocupa el cargo de Presidente de la República. La inconsistencia del Mandatario está lejos de ser virtuosa.
El actual jefe de Estado construyó buena parte de su carrera política sacando al pizarrón a toda clase de autoridades y figuras. Distribuyó acusaciones y culpas por doquier desde el plinto de una altura moral autoasignada. Hoy, sin transición ni explicación, a menudo abraza exactamente lo contrario de lo que predicó antes. Confunde su capacidad de desdoblamiento, pero él y sus cercanos no se dan por aludidos y siguen adelante, sin reconocer problema alguno en no estar de acuerdo consigo mismos. Bastan una sonrisa, una transmisión adolescente por Instagram y asunto cerrado. Seguimos.
Por Juan Ignacio Brito, periodista
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