Columna de Juan Ignacio Brito: La nueva farándula
La avalancha de casos que corroe lo que queda de credibilidad y legitimidad de la élite nacional se ha convertido en un obstáculo para que el país se preocupe de lo verdaderamente importante y se aboque a superar las barreras que lo tienen estancado. La incapacidad de nuestras autoridades para caminar y mascar chicle a la vez hace que lo urgente siempre distraiga la atención de lo importante.
Obsesionada con los sucesivos “escándalos de la semana”, la élite no consigue sacudirse de esta nueva versión de la farándula, mucho más dañina que la que conocimos hace unos años. Si la antigua farándula era protagonizada por starlettes de cuarta, actorcillos y figuras de la TV, la actual se halla integrada por los primeros responsables de la República. Como diría la ministra de la Mujer -inesperada, pero entusiasta protagonista del show mediático actual- ahora ya no se trata de porteros, sino de autoridades.
Desde el Presidente para abajo, a estas les resulta irresistible gastar tiempo y energía en comentar los escándalos y desaciertos que protagonizan ellas mismas. Esta enervante autorreferencia parece algo natural para una élite habituada a mirarse el ombligo y a descartar como irrelevantes los problemas que sigue padeciendo el Chile real, aquel que solo sale en los noticieros de TV cuando es víctima de alguna tragedia o como atracción folclórica en programas costumbristas.
Mientras la élite se entretiene con el comidillo de las correrías de sus miembros, el resto del país se resigna, atónito y crecientemente irritado, a observar el espectáculo.
La interminable seguidilla de “casos” sirve para ratificar a todo Chile el deterioro moral de nuestros dirigentes, mal acostumbrados a la ética del todo vale y la impunidad. Al mismo tiempo, confirma que, una vez más, las urgencias ciudadanas en salud, seguridad, pensiones y otros temas no serán atendidas, como viene ocurriendo desde hace demasiado tiempo. Nuestra política se ha convertido en una lista interminable de revelaciones escandalosas, crímenes, chismes, acusaciones, declaraciones bobas e imputaciones de corrupción.
El inconveniente es que, mientras los ires y venires de la antigua farándula solo le importaban a unos cuantos y proveían pan y circo para la entretención popular, la nueva farándula de la élite tiene consecuencias mucho más serias, porque arroja una bomba de destrucción masiva contra las instituciones de la República y desgasta la escasa confianza de la gente en una élite obcecadamente autorreferente.
La nueva farándula, al igual que la anterior, logra entretener por un rato, pero al final cansa y se pone cargante. Nada más tedioso que unos humoristas fomes que repiten su triste chiste una y otra vez sin avanzar un milímetro en la dirección correcta.
Por Juan Ignacio Brito, periodista
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