Columna de Juan Ignacio Brito: Mediocridad incombustible
Como si fueran monos porfiados, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera vuelven a aparecer en la nómina de presidenciables para 2025. Su sombra sobrevuela una vez más por encima de los advenedizos que quieren dejar atrás a los dos dominadores de la escena política chilena del siglo XXI. Ellos se dejan querer: no afirman, sino que insinúan; no dicen que sí, pero tampoco que no. Son como siameses: cuando asoma una, el otro también emerge. Su ambivalencia los sitúa de nuevo en una posición expectante. ¿Será posible?
Posible, sí; deseable, no. Dice mucho acerca del estancamiento de nuestra política que Bachelet y Piñera estén una vez más en el ruedo. No solo por la obvia ausencia de renovación, sino también porque reponer a alguno de ellos en La Moneda sería un potente símbolo del pantano en que se ha sumido Chile en los últimos años.
Porque la verdad es que ambos fueron presidentes mediocres con rendimientos decrecientes. Solo un país con mala memoria y baja autoestima puede creer que alguno de ellos está en condiciones de proveer la salida para nuestros dolores. La razón es simple: ellos han sido y siguen siendo parte importante del problema.
Ejercieron un liderazgo egoísta que anuló la búsqueda de herederos políticos; propiciaron desastres de magnitud (la reforma educacional en el caso de ella; la pérdida de autoridad presidencial en el de él) que seguimos y seguiremos pagando por un buen tiempo; bajo sus mandatos se estancaron sin retorno la economía y la productividad; ambos protagonizaron importantes casos de falta de probidad; impulsaron algunas políticas públicas desastrosas; fueron extremadamente impopulares y acrecentaron la distancia y la desconfianza entre el público y sus líderes… La lista podría continuar, pero la conclusión es clara: cuando se hace la raya para la suma, Michelle Bachelet y Sebastián Piñera lo hicieron harto más mal que bien. Es cosa de observar cuál era el clima en el país en 2006 y cómo lo dejaron ellos.
Sin embargo, ahí están otra vez. Contra toda la evidencia de su legado, su voluntad de poder parece inextinguible. En torno a ellos pululan cortesanos que ven en una nueva postulación de sus exjefes la posibilidad de continuar obteniendo cargos y ejerciendo influencia.
Esta vez existen varios que podrían salirles al paso: Camila Vallejo, Carolina Tohá, José Antonio Kast, Evelyn Matthei y Ximena Rincón. Algunos de ellos representan una auténtica renovación. Pero esta no se obtiene por derecho, sino por capacidad. Para encontrar un espacio propio y ganar su derecho a competir, los aspirantes deben contar con apoyos significativos y desarrollar un proyecto creíble y coherente, distinto al que representan Bachelet y Piñera, si es que no quieren ser más de lo mismo y prolongar la mediocridad en que ayudaron a sumirnos ambos expresidentes.
Por Juan Ignacio Brito, periodista
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