Columna de Juan Ignacio Brito: Un terremoto silencioso
Los dolores de parto que está provocando en el oficialismo la reforma a las pensiones son muestra de la frustración que genera en sectores importantes de la izquierda radical la imposibilidad de llevar a la práctica su ideario. La distancia entre lo prometido y lo cumplido es tan evidente, que hay quienes en el Frente Amplio, el Partido Comunista y el Socialismo Democrático ven con desilusión cómo el gobierno de Gabriel Boric enfila hacia su último año sin haber sido capaz de aplicar su programa transformador.
Si bien es cierto que buena parte de los problemas que ha enfrentado este gobierno se deben al aleccionador choque entre la realidad y proyectos irrealizables, lo cierto es que no es esa la única razón que explica los inconvenientes que ha enfrentado la izquierda radical en La Moneda. Hay otro aspecto que debe ser considerado y que se suma al utopismo inicial que ha debido ser corregido: las consecuencias de una gestión deficiente.
Una serie de indicadores sugiere que el manejo del aparato estatal le quedó grande al gobierno. El Frente Amplio y el PC prometieron una nueva y mejor forma de hacer política y gestionar el Estado. Sin embargo, resulta obvio que era más sencillo decirlo que hacerlo. Como carecían de la experiencia y la capacidad para hacerse cargo de un buque exigente, las falencias quedaron al desnudo con rapidez. El auxilio de sectores del Socialismo Democrático parchó, pero no solucionó, problemas que a estas alturas resultan inocultables.
Un par de ejemplos. El pasado 2024 cerró como el año con mayor número de homicidios desde que existe la medición provista por el Sistema Táctico de Operación Policial y el Ministerio Público reconoce que en Chile se han instalado diez bandas delictuales extranjeras que usan al país como base para lavar dinero, traficar drogas y personas, y realizar secuestros y extorsiones. Además, la economía muestra un pobre desempeño, con una tasa anémica de crecimiento, inflación rebelde y un mercado laboral frágil. La productividad viene cayendo y el comportamiento fiscal también es cuestionable: sube la deuda (ya está en 42% del PIB) y crece el déficit fiscal debido a la caída en los ingresos y el alza en los gastos (especialmente en personal y subsidios). La Dirección de Presupuestos ha errado de manera grotesca el cálculo de ingresos proyectados, como ocurre en el caso del impuesto al lujo adoptado en 2022, que recauda apenas 15% de los montos presupuestados.
Es una bendición que este gobierno con malas ideas y deficiente gestión no haya debido enfrentar grandes calamidades, como sí les sucedió a sus antecesores. Pese a esta ventaja, todo indica que la administración Boric ha sido el equivalente a un terremoto silencioso y entregará un país comprometido, con poco espacio de maniobra fiscal y condiciones preocupantes.
Por Juan Ignacio Brito, periodista
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