Columna de Juan Ignacio Eyzaguirre: “Fumando ESG”

Tabaco
Foto: Agencia Uno.

" ¿es acaso más valiosa su adherencia a iniciativas “progresistas” -como la promoción de diversidad racial, de género, iniciativas de justicia social- que el daño que provocan los productos de estas empresas?"



La gran tabacalera de Marlboro sería una empresa mucho más “buena” que Tesla, según varias de las agencias calificadoras de ESG (acrónimo de las políticas medioambientales, sociales y de gobierno corporativo).

El nuevo rating de S&P Global otorgó 84 puntos de 100 a Philips Morris International mientras que la innovadora compañía que gatilló la carrera por el auto eléctrico, la generación solar distribuida y el desarrollo de baterías logró apenas 37 puntos. Sustainalytics, otra de las múltiples agencias de rating ESG, dejó a Altria -otra gran productora de cigarrillos- sustancialmente por arriba de Tesla. La London Stock Exchange dio uno de los puntajes más altos de ESG a British American Tobacco.

Frente a estos resultados han aparecido voces que critican la contradicción de clasificar como “buenas” a empresas cuya operación mataría tempranamente a ocho millones de personas al año por la adición a sus productos. Un controversial artículo en The Washington Free Bacon preguntaba: ¿es acaso más valiosa su adherencia a iniciativas “progresistas” -como la promoción de diversidad racial, de género, iniciativas de justicia social- que el daño que provocan los productos de estas empresas?

Los ratings ESG intentan medir bajo múltiples indicadores lo que alguna vez se conoció como la Responsabilidad Social Empresarial. El sector privado hizo lo que sabe hacer: cuantificar, medir e intentar avanzar con dirección clara. De esta manera, los esfuerzos con el entorno comenzaron a sistematizarse. Así, los inversionistas podrían diferenciar sus apuestas, categorizar sus inversiones y presionar la gestión de las empresas según indicadores no-financieros.

Estos anhelos, sin embargo, han estado sujetos a fuertes controversias pues la medición del impacto ambiental, social o de gobernanza resulta intrínsecamente difícil. ¿Cómo medir el impacto de la operación de una empresa en el cambio climático? ¿O su aporte a solucionar los problemas sociales de un país? ¿O, cómo poner un número a la calidad de su gobierno corporativo?

Cuando no se sabe bien qué ni cómo medir, a menudo sucede que afloran una infinitud de indicadores. Se estima que actualmente hay más de 1.500 indicadores ESG, lo que evidencia la confusión y dificultad que surge cuando se intenta medir un fenómeno complejo sobre el que puede haber múltiples opiniones y juicios de valor.

Elon Musk tildó de “diabólicas” las mediciones ESG. Para el titán empresarial tales medidas serían la captura del mundo empresarial por una agenda política. La misma opinión han tomado líderes políticos de la talla del ex vicepresidente Mike Pence o el Gobernador Ron DeSantis.

Pero lo cierto es que la sustentabilidad es fundamental. Sin sustentabilidad no hay progreso. Desarrollar inversiones sustentables es un esfuerzo loable, pero requiere claridad en su aplicación para ser un aporte, lo que no ha sido necesariamente el caso.

La paradoja es que entre inversionistas y grandes compañías -por convicción, interés o temor- es cada vez más prevalente el foco en temas ESG pero con ello también ha crecido la frustración por la calidad y relevancia de los indicaciones existentes.

En este embrollo, el verdadero riesgo es “estupidizar” el sistema empresarial, en términos de Jonathan Haidt, quien apunta a la captura de lo políticamente correcto como el mayor riesgo para las instituciones que han permitido el progreso.

Estas controversias se enmarcan entre los dilemas sobre el rol de la empresa, cuya definición conlleva profundas consecuencias sobre el sistema de libre mercado. El debate es complejo, por ello los invito a leer el libro, pronto a publicarse, del mismo autor de estas líneas: “(des)Propósito, el sentido empresarial y cómo la corrección política amenaza el progreso”, cuyo objeto es entregar una mirada amplia y concreta sobre este relevante debate.

* El autor ingeniero Civil UC y MBA/MPA de la Universidad de Harvard.

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