Columna de Julieta Suárez-Cao: Menos representantes no aseguran más acuerdos
El análisis de la intelectualidad pública sobre el proceso constituyente anterior endilgó su fracaso a la ausencia de partidos políticos y de reglas sobre los ámbitos susceptibles de reforma. Sobre esta hipótesis se construyó un camino para el actual proceso, con las características opuestas al anterior y la expectativa de que esto confluyera en un resultado exitoso. Así, se estableció un mecanismo a partir de 12 bases constitucionales que debían actuar como salvaguarda a cualquier propuesta maximalista, y se establecieron tres cuerpos colegiados, dos de ellos designados por los partidos políticos y otro elegido por la ciudadanía.
Por supuesto, el Consejo Constitucional electo por la ciudadanía tenía que ser, siguiendo la lógica esbozada anteriormente, muy diferente de la Convención Constitucional previa. Por ello, con el objetivo en mente de evitar la fragmentación y lograr acuerdos, se disminuyó el tamaño a 50 miembros electos en distritos más pequeños, no se admitió el registro de listas de independientes y se disminuyó al máximo la posibilidad de escaños reservados para pueblos indígenas, aunque se mantuvo la paridad de género en las listas de partido. De esta manera -se argumentaba- no habría incentivos para que independientes y movimientos sociales buscaran constitucionalizar sus demandas de nicho y los partidos políticos lograrían articular un trazado grueso de principios y derechos en una Constitución mínima.
Sorprendentemente, el control férreo que tuvieron los partidos del proceso no produjo ni un borrador constitucional minimalista -como reclamaban el año pasado voces que llaman hoy a votar a favor de esta propuesta- ni un gran acuerdo político. De hecho, si la Comisión Experta se había acercado más a tal acuerdo en el anteproyecto presentado, partes sustantivas del mismo fueron desmontadas por el Consejo Constitucional. Al plebiscito de diciembre llegaremos con un documento partisano, que no tiene nada de mínimo y es bien maximalista en varios ámbitos.
Los partidos políticos no construyeron grandes acuerdos en el proceso constituyente que está por concluir. Este hecho cuestiona, por ejemplo, muchos de los argumentos avanzados para defender las reformas propuestas en el borrador constitucional en lo concerniente al Congreso. Se arguye, como se hizo con el Consejo Constitucional, que tanto reducir la Cámara como elegir a las y los representantes en distritos más pequeños van a contribuir a evitar la fragmentación y a lograr acuerdos que sustenten la gobernabilidad. Como se vio con el fracaso del Consejo, estas medidas no solo son malas por su impacto en la representación y por ende en la democracia, sino que pueden ser perfectamente ineficaces para incentivar acuerdos políticos legítimos y duraderos.
Por Julieta Suárez-Cao, ICP UC y Red de Politólogas