Columna de Karin Moore: La clave está en las mujeres

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"Necesitamos un cambio de paradigma que genere condiciones más amables para las mujeres que desean ser madres, sin renunciar a su vida laboral."



Chile, actualmente experimenta el envejecimiento continuo de su población debido, fundamentalmente, al descenso de la mortalidad en edades tempranas y a la disminución de la fecundidad.

Esto resulta especialmente preocupante, dado su efecto en la fuerza de trabajo y el consecuente impacto en el ya alicaído crecimiento económico. De esto derivan importantes desafíos fiscales, como la necesidad de proporcionar servicios de salud adecuados, la urgencia de mejorar las pensiones y la exigencia de proyectar atención especializada en el largo plazo (“Retos y oportunidades del envejecimiento en Chile”. Apela, Packard, Joubert y Zumaeta).

De ahí la importancia de aumentar la participación económica y laboral femenina, además de incentivar el que hombres y mujeres permanezcan más tiempo laboralmente activos y que no continúe disminuyendo la tasa de fecundidad. El desafío está en cómo fomentar estos aspectos, de modo que más mujeres ingresen al mercado laboral, mejoren su nivel educativo (educación terciaria) y, si así lo desean, se conviertan en madres.

Las malas noticias vienen de la mano de las porfiadas cifras, dado que, en Chile son justamente las mujeres las que se marginan de participar en el mercado laboral (97%) o trabajan a jornada parcial, en forma involuntaria (94%), debido al cuidado de personas dependientes. Además, la carga global de trabajo diaria de la mujer es considerablemente mayor que la de los hombres y más del 55% de ese trabajo no es remunerado. (Bravo y Moore, 2018)

El deseable objetivo de aproximar nuestra tasa de participación laboral femenina a la de la OCDE- debido a su impacto en el PIB- implica sortear complejos obstáculos. Entre ellos, el que nuestra cultura del trabajo penaliza a las mujeres por tener hijos, además del hecho que las leyes incorporan la realidad como un dato. Esto se traduce en que los derechos y fueros laborales tienen como titular a la madre, profundizando las brechas tanto de participación como salariales. A esto se suma la ausencia de convicción sobre la conciliación corresponsable, pues damos por sentado que conciliar trabajo y familia es un “problema de las mujeres” y no de la sociedad o del Estado.

Desde las políticas públicas, el aporte debe venir de la mano de la estimulación de la educación terciaria en las mujeres, la promoción de la corresponsabilidad parental, el fomento del trabajo a distancia y la adaptabilidad laboral, el derecho a sala cuna para padre y madre trabajadores, replantear la edad de jubilación, la necesidad de servicios públicos de cuidado y el impulso al emprendimiento.

Es aquí donde surge la urgencia de concordar una mirada estratégica que aúne en estos propósitos a la empresa, la sociedad civil y el Estado. Necesitamos un cambio de paradigma que genere condiciones más amables para las mujeres que desean ser madres, sin renunciar a su vida laboral.

En este sentido, la diversidad en la mirada que aporta la presencia femenina en espacios de poder es fundamental en la construcción de soluciones sofisticadas a problemas tan complejos como estos, así como también, en la promoción de políticas públicas que contribuyan a poner fin a las barreras que dificultan avanzar en una mayor y mejor inserción laboral de la mujer. No lo olvidemos, la clave está en las mujeres.

* La autora es abogada. Investigadora CLAPES UC y profesora en la Facultad de Economía y Administración UC.

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