Columna de Karin Moore: “Votos nulos y blancos, un llamado de atención”
"Entre las explicaciones estaba la desinformación acerca del proceso; votos de protesta; agobio por los problemas económicos y la creciente sensación de inseguridad; el desencanto con la política o agotamiento con el proceso constituyente; o la falta de representatividad,"
Finalizadas las elecciones de consejeros constitucionales, analistas de diversos sectores se han centrado en el estudio de sus resultados, principalmente, debido a las particularidades que presentó este proceso. Los resultados obtenidos invitaron a muchos partidos tradicionales a replantearse las formas de conectar con la población, ya sea porque los resultados se alejaron de las estimaciones políticas de diversas consultoras, o porque algunos las han interpretado como un plebiscito anticipado del apruebo o del rechazo constitucional o, como una nueva evaluación del desempeño del gobierno.
Al comenzar el conteo de votos en diversas mesas de la Región de Magallanes, una cuestión que generó asombro fue la magnitud de votos nulos y blancos, existiendo muchas mesas en las que superaron a los votos obtenidos por diversos candidatos. Sólo los votos nulos representaron el 16.98% de las preferencias, esto es, 2.108.028 votos, superando a las tres listas que no lograron ningún asiento del Consejo Constitucional. Los votos en blanco representaron un 4.45% de las preferencias, esto es, 565.497 votos. Ambas categorías, en su conjunto, representan 2.673.525 votos, esto es, un 21.53% del total de votos.
Este fenómeno se repitió en varias mesas del país. Inmediatamente surgieron opiniones de expertos que buscaban explicar cómo era posible que un quinto del padrón total decidió asistir voluntariamente a las urnas a no votar nada o a anular el voto. Entre las explicaciones estaba la desinformación acerca del proceso; votos de protesta; agobio por los problemas económicos y la creciente sensación de inseguridad; el desencanto con la política o agotamiento con el proceso constituyente; o la falta de representatividad, por mencionar algunas.
Periodistas de diversos medios mostraron al público casos de votos nulos. Algunos reflejaban desinformación –más de un voto con múltiples preferencias marcadas—. Otros reflejaban a un grupo de votantes que asistió a las urnas a invalidar su voto. Existió voluntad y decisión de no ejercer la soberanía. Ese desencanto no es una patología nueva, aunque sorprende por su magnitud. Desde las elecciones de senadores y diputados de 1997, en la que existió un 17.7% de votos nulos y blancos no observábamos un porcentaje tan alto. Resulta interesante que la participación electoral del último proceso se asimila a la de las elecciones del Presidente Patricio Aylwin de 1989 con el retorno a la democracia. Asimismo, sorprende que las regiones con menor participación electoral fueron las extremas: Arica y Parinacota, Aysén y Magallanes.
El caso chileno tampoco es algo extraño al terreno internacional. Como antecedente está el caso de Ecuador: 1.7 millones de votos nulos posibilitaron la elección del candidato de derecha Guillermo Lasso gracias a que el candidato indigenista Yaku Pérez pidió votar nulo en señal de protesta a su exclusión, por cerca de 36.000 votos, de la carrera presidencial. En Chile, el senador Karim Bianchi y dos diputados llamaron a votar nulo porque el sistema electoral dejaba afuera a partidos independientes y otros emergentes.
¿Posibles soluciones? Además de fortalecer nuestro sistema político constitucional, se deben implementar mejores campañas de información acerca de los candidatos y procesos electorales; adicionalmente, se deben tomar medidas para descomprimir posibles fatigas electorales, al mismo tiempo que evaluamos la modernización del sistema electoral, con medidas como el voto electrónico o el voto anticipado.
* La autora es abogada, CLAPES UC y Fac. de Economía y Administración UC.