Columna de Luis Larraín: Constitución, la hora de la sensatez
Después de dos meses de conversaciones entre un reducido grupo de parlamentarios y políticos, el tema constitucional parece haber entrado en otro estadio. Se han moderado posiciones y calmado las prisas. Se han abierto ventanas para dejar entrar el aire de la sensatez y el sentido común. Se declaman menos dogmas, como que la Constitución tiene que ser elaborada por convencionales 100% elegidos, o que el Congreso no tiene legitimidad porque está desprestigiado, o que la próxima semana es el plazo fatal. Ninguna de esas afirmaciones se ha sostenido y hoy día parece haber disposición a buscar una fórmula que, sin dejar completamente conforme a nadie, sea aceptable para la mayoría. De eso va la política, después de todo.
Ha sido importante el aporte que ha hecho Amarillos, que advirtiendo hastío en la población (las encuestas así lo muestran) sugiere un proceso sobrio y propone que el Congreso designe a un grupo que se encargue de redactar un texto (refrendado por el Congreso, agregaría yo) que sea sometido a los chilenos en un plebiscito de salida. Así los parlamentarios pueden dedicarse a cuestiones más urgentes. Es valioso que este partido en formación se la haya jugado por esta opción, pues ellos no tienen representación significativa en el Congreso. Esa generosidad ha sido reconocida entre otros por Chile Vamos. Este nuevo clima ha sido también influido por sondeos que asignan bajas preferencias en una elección a la generalidad de los partidos tradicionales, en particular a los de izquierda.
Así las cosas, podríamos llegar a un proceso distinto a aquel que fracasó. Con posiciones más moderadas, con redacciones de mejor calidad técnica y no sometidas a votaciones circulares tramposas destinadas a imponer una mayoría en todos los temas que nos legue una Constitución totalizante y partisana.
Porque hemos de reconocer que en los procedimientos no hay una verdad revelada. Conviene entonces observar lo que hace sentido. ¿Si un proceso con los atributos de moderación y expedición que hemos reseñado es finalmente apoyado por una importante mayoría de los chilenos, con voto obligatorio, no se cae entonces el argumento de la falta de legitimidad de la Constitución? El voto popular legitimaría la Constitución.
Conviene cerrar este proceso constitucional para evitar que este tema vuelva una y otra vez a dividirnos y a paralizar los esfuerzos de los gobiernos y la política por resolver los temas que inquietan a los chilenos. Y la mejor forma de hacerlo, lejos, es que esa Constitución sea aprobada por una amplia mayoría y en un plazo no lejano. No queremos cónclaves que vuelvan a viciar el aire en los espacios en que se decide el futuro de Chile: hoy se puede avanzar para someter, en un plazo razonable, una Constitución de consenso a la voluntad popular en un plebiscito.
Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo
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