Columna de Luis Larraín: Constitución y legitimidad

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Los principales partidos políticos siguen negociando un acuerdo para elaborar la nueva Constitución. La centroderecha planteó en un inicio que este acuerdo debía contener “bordes” para no terminar con un proyecto similar al rechazado el 4 de septiembre. La izquierda se concentró en definir un mecanismo para escribir la Constitución, que según ellos debía contemplar solo personas elegidas popularmente. De los bordes se pasó a las “bases”, pues para la izquierda no era admisible que se limitara a quienes escribieran el proyecto. Ayer se habría acordado que fuera lo que inicialmente se llamó una “comisión de admisibilidad” y ahora es “órgano ad-hoc” el que debe dirimir si se cumplen esas bases.

Uno se pregunta por qué se complican tanto, si nuestra institucionalidad contempla mecanismos para que el Congreso, ejerciendo su potestad constituyente, escriba la nueva Constitución, especialmente luego que se rebajó a 4/7 el quórum para gran parte de las reformas. Los “bordes” estarían dados por una mayoría suficientemente inclusiva (4/7 del Congreso).

El argumento contra esta simple fórmula que esgrimen quienes negocian es que el Congreso no tendría suficiente legitimidad para redactar esta Constitución (aunque sí la tendría para aprobar las leyes que lo hagan posible y todas las demás leyes). ¿Y por qué un grupo de 8 parlamentarios sí tendría legitimidad para rayar la cancha?

Lo que ocurre es que creen algunos en Chile Vamos que un acuerdo con la izquierda “cierra” el tema constitucional y le da legitimidad. Eso es bastante ingenuo, pues sabemos que el PC no firmó el acuerdo del 15 de noviembre de 2019 y se las arregló para participar y conducir la elaboración del proyecto. De hecho, ahora les gusta un quórum de 2/3 para la convención, pues con 1/3 podrían bloquear cualquier contenido de la Constitución. A la primera oportunidad que vean volverán a cuestionarlo todo.

Otro argumento que dan los negociadores de Chile Vamos es que la derecha no tiene 4/7 para aprobar un mecanismo que ratifique al Congreso su potestad, por lo que hay que buscar una fórmula distinta. Pues bien, la centroizquierda tampoco tiene 4/7 por lo que el mismo argumento se les aplica a ellos. ¡Hay que negociar en el Congreso!

También se plantea a quienes prefieren el Congreso a una convención elegida, que existe la amenaza de llegar a un plebiscito de entrada, que empieza a ganar adeptos en la ciudadanía. Pero si 4/7 del Congreso no están de acuerdo, el plebiscito de entrada no puede prosperar.

La conclusión a la que uno llega es que los negociadores aceptan que, si la fórmula no le gusta a la izquierda, no tiene legitimidad. No entiendo esa forma de negociar, menos en un momento de debilidad del gobierno. Necesitamos una nueva Constitución de mayor consenso y tenemos disponible una forma legítima de hacerla.

Por Luis Larraín, presidente del Consejo Asesor de Libertad y Desarrollo

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