Columna de Luis Larraín: Constitución y monos peludos
Natalia Piergentili, con gran costo personal, ha hecho un aporte a la política al usar la expresión “monos peludos” para referirse a políticos oficialistas que, en estado de negación, reaccionan a la dura derrota electoral golpeándose el pecho, reivindicando sus propuestas y extremando posiciones de izquierda, siendo que han perdido a manos de la derecha.
Y es que en lo que viene en la política chilena, en particular el proceso constitucional, seguirá habiendo “monos peludos” y la izquierda tendrá que cuidarse de ellos, como lo demuestra la cerrada negativa de sus expertos a incluir la posibilidad de elegir cobertura privada de salud ignorando lo que quiere la mayoría. La novedad es que ahora también tendrá que hacerlo la derecha. La tentación ancestral primate será intentar dejar afuera a los enemigos, exigiendo una Constitución que contente a la propia tribu.
Para evitar eso hay algunas cuestiones de sentido común. Lo primero es que esa Constitución tiene que tener como referente la actual, para unos y otros. Si no desmejora nuestra situación y nuestras creencias, y por otra parte en algunas cuestiones que nos importan representa un avance respecto a la que tenemos, de buena fe debiéramos aprobarla. Aunque no sea la que siempre soñamos.
Para que el mayor número de chilenos quede conforme, a veces en el Consejo habrá que actuar por adición y otros por mantención. Así, es legítimo pedir que se agreguen cuestiones ausentes y son muy apreciadas por algunos (derechos sociales); pero también lo es pedir como contraparte que se garanticen cuestiones básicas (libertad de elegir y provisión mixta en la administración de beneficios sociales). Derechos sociales con monopolio de provisión estatal son inaceptables y si no se respetan ciertos mínimos en la propuesta, el Consejo debe cambiarlos.
Inicialmente lo ideal es avanzar en cuestiones importantes, pero con menor carga ideológica, en temas menos discutidos, como descentralización, modernización del Estado (especialmente en materia de orden público), independencia de poderes del Estado (por ejemplo, efecto relativo de las sentencias ante el crecimiento de derechos sociales). Así, se iría construyendo un proyecto apreciado por distintas partes que genere adhesión y revierta el hastío que hay con lo constitucional, arriesgando un rechazo. Luego, habrá que desatar los nudos más apretados, considerando que no se puede hacer perder a los que ganaron las elecciones, ni tampoco ensañarse con los que perdieron. El desapego a las instituciones en los últimos diez años aconseja aprovechar esta oportunidad, pues quizás no habrá otra en el futuro próximo con un nuevo fracaso.
Aun así, habrá quienes rechazarán en la izquierda y en la derecha. “Monos peludos” habrá siempre, pero ellos no son capaces de escribir una Constitución.
Por Luis Larraín, presidente Consejo Asesor Libertad y Desarrollo
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