Columna de Macarena Cea y otros: Desafíos de evaluar programas sociales
Nos encontramos en tiempos difíciles. El Banco Mundial estima que la pobreza en Chile podría aumentar hasta un 10,5% durante este año, por lo que resulta aún más crucial la labor que realiza la sociedad civil.
Sin embargo, no basta con las buenas intenciones para resolver un problema social. Es fundamental para las organizaciones de la sociedad civil, tanto valorar si sus programas consiguen los objetivos esperados como diseñarlos con rigurosidad técnica. Siendo parte del ecosistema que desarrolla programas, es un imperativo ético cuestionarse constantemente si se está generando un impacto social.
La evaluación facilita a la sociedad civil alcanzar un mayor impacto social, ya que ésta permite aprender y reflexionar sobre qué debe mantenerse, cómo mejorar, así como también sostener o aumentar la recaudación de fondos en vista del efecto probado de la inversión social.
Sin embargo, no es sencillo para cualquier organización someterse a una evaluación ex ante, cuestionando la pertinencia o coherencia de sus diseños. Tampoco es fácil valorar su ejercicio ex post, determinando si la implementación ha sido efectuada según el diseño establecido y con estándares de calidad, o estimando con certeza si sus acciones son efectivas.
Implementar todas estas acciones bajo una aproximación sistémica, en la práctica implicaría abrazar un modelo o ciclo de evaluación integral, tendiente al aseguramiento de la calidad.
Para esto se requiere un conjunto de facilitadores. En primer lugar, es condición excluyente un cambio cultural dentro de la organización para asumir que se trata de un proceso a largo plazo con aprendizajes constantes. En segundo lugar, se requiere un especial foco sobre la conformación de los equipos a cargo de los programas, los que deberían ser cada día más multidisciplinarios y con conocimientos y capacidades que permitan facilitar este camino.
Estamos conscientes que no todas las organizaciones contarán a priori con esta definición estratégica, ni poseen áreas de evaluación o recursos para externalizar estos. Sin embargo, ya existen aprendizajes en la materia y actores en el ecosistema que pueden guiar en este camino.
La sociedad civil ha tenido la capacidad de innovar en programas sociales. Si además asegura la calidad de sus diseños e intervenciones, y que sus programas son efectivos, estos modelos podrían convertirse en casos de éxito, más allá de las buenas intenciones, que permitan escalar sus beneficios a todo el país.
Creemos firmemente que estamos avanzando, como ecosistema, hacia programas de mejor calidad, validados por las mismas comunidades. La invitación es a generar una red colaborativa, incluyendo tanto a las organizaciones de la sociedad civil como a las instituciones que promueven evidencia, donde podamos compartir experiencias y fortalecernos entre todas y todos, porque es desde la eficacia de los programas donde se cimenta la confianza para el crecimiento de la cohesión social de nuestro país.
Por Macarena Cea, Fundación Luksic; Cristian Crespo e Ignacio Irarrázaval, Centro de Políticas Públicas UC; y Hans Rosenkranz, Comunidad de Organizaciones Solidarias
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