Columna de Macarena García: La muerte y Hacienda
¿Qué tienen en común Thomas Jefferson y el personaje de Brad Pitt en “¿Conoces a Joe Black?”? El primero fue el autor de la frase que el segundo hizo popular en el cine: “Hay dos cosas inexorables en esta vida: la muerte y Hacienda”. Todos tememos a la muerte, y después de ver todas las modificaciones tributarias, también le estamos temiendo a Hacienda… En Chile la tasa de impuesto a las empresas aumentó del 10 al 27% desde 1990; la carga tributaria de las empresas aumentó de un 2,1% del PIB en 1990 a 4,9% del PIB en 2019; y ya van ¡catorce! ajustes a la estructura tributaria en solo 30 años: 1990, 1993, 1997, 1998, 2001, 2003, 2005, 2006, 2010, 2012, 2014, 2017, 2020 y 2022, la mayoría de ellas con el objeto de aumentar recaudación.
Pero, ¿cuál es el impacto de Hacienda -y del Estado- en general y de los tributos en particular en la productividad de Chile? Un reciente artículo publicado en The Economist responde por qué los trabajadores latinoamericanos son tan sorprendentemente improductivos y revela que en 1962 el ingreso per cápita de América Latina era tres veces el de Asia oriental; en 2012 ambas regiones tenían el mismo nivel y para 2022, el de Asia era cerca de 40 % mayor.
El problema no termina acá y las proyecciones muestran que esto solo empeorará: la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), en el informe “Compendio de Indicadores de Productividad 2019″ señalaba que en 2017 un trabajador chileno generaba US$27,6 por hora, siendo el quinto menos productivo del bloque bajo esta métrica, solo superando a Rusia (US$26,5), México (US$21,6) o Costa Rica (US$19,2); muy lejos del promedio OCDE (US$54,7) y para qué decir de los países más productivos, liderado por Irlanda (US$99,5), Luxemburgo (US$98,5) y Noruega (US$83,1).
El artículo presenta a la economía informal como principal causante de esta baja productividad, ya que los trabajadores informales son menos productivos. Entre las causas de esta relación está que las empresas se mantienen pequeñas para pasar desapercibidas (no pueden aumentar la producción que ayudaría a reducir costos); los costos de financiamiento provienen del mercado financiero informal, mucho más caro que el formal; y no obtienen ayuda fiscal cuando están en etapas embrionarias.
Chile no es la excepción, y en términos de magnitud, la última encuesta INE indica que los ocupados informales representan el 27,4% del total de ocupados, mientras que el 52,2% de 1.992.578 de microemprendedores es informal según la “Encuesta Informalidad en Microemprendimiento en Chile”.
Pero la informalidad es un síntoma, no la enfermedad: altos costos de contratación (burocracia, aportes a seguridad social, salario mínimo, etc.) impiden que pequeñas y medianas empresas contraten personas; los elevados impuestos y la complejidad para cumplirlos; el temor a perder beneficios estatales; la conveniencia de eludir regulaciones y requerimientos; conveniencias mutuas de incumplir entre el trabajador y el empleador; son incentivos perversos.
Sin temor a la muerte, debemos hacer entender a Hacienda que sea un aliado y no un enemigo para derrotar la informalidad y así contribuir a llenar sus propias arcas.
Por Macarena García, economista senior de LyD
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