Columna de Macarena García: ¿Puritanos o eficientes?
¿Qué es más importante para el medio ambiente hoy?, ¿ser un puritano en materia medioambiental y que todo el mundo nos perciba como libres de pecado, o ayudar en forma objetiva -y mucho más eficiente- a combatir el cambio climático?
El Acuerdo de París de 2015 estableció el compromiso para cada país de reducir sus propias emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Chile, país firmante, se autoimpuso metas de reducción de emisiones al 2030 y de carbono neutralidad al 2050.
A pesar de que Chile es responsable de solo el 0,25% de las emisiones de GEI a nivel mundial, las ironías del destino nos han posicionado como uno de los países más afectados por el cambio climático.
¿Qué podemos hacer los chilenos? ¿Cada país debiera reducir sus propias emisiones o es el mundo el que debe reducir sus GEI como un todo? Dado nuestro pequeñísimo tamaño relativo en emisiones, el impacto final que pueda producir Chile en el cambio climático no dependerá de nuestra propia reducción de GEI, sino que de la capacidad que tengamos nosotros de que otros países lo hagan.
Bajo este enfoque de complementariedad entre países, el rol de Chile, entre otros, es vender más cobre para que el mundo pueda reducir su huella de carbono al electrificarse, a avanzar en la electromovilidad -intensiva en uso de cobre-, al construir más fuentes de energías renovables no convencionales, sus sistemas de transmisión y de distribución. Chile también debe vender más litio para permitir el almacenamiento de energías renovables a través de las baterías, las que también son fundamentales para avanzar en la electromovilidad. También debe fomentar la forestación a lo largo de todo el país con especies de rápido crecimiento, ya que, además de reducir el proceso de erosión y desertificación, actúan como sumideros de carbono por su capacidad natural de capturar el dióxido de carbono de la atmósfera y almacenarlo como parte de sus estructuras físicas, a través de la fotosíntesis. Chile también debe vender más madera, pues es el único material de construcción cuyo uso ayuda a reducir el CO2 de la atmósfera, lo que la convierte en la alternativa constructiva con la más baja huella de carbono.
El mundo va en la dirección de las energías renovables, la electrificación, la electromovilidad y la construcción sustentable. Esto, mientras nosotros nos desgastamos debatiendo si estos recursos los debe producir el sector público o el privado -como la empresa nacional del litio-, o sobre quién se lleva las rentas a través de más impuestos -como el royalty a la minería. Lo grave es la ausencia de análisis y propuestas, de cómo nos insertamos en esta ola de cambios, aportando al mundo en la reducción de las emisiones y al mismo tiempo aprovechando nuestras potencialidades.
Chile no tiene por qué tener un papel marginal en la reducción de GEI, puede tener un rol protagónico, pero debemos ser eficientes más que puritanos.
Por Macarena García, Libertad y Desarrollo