Columna de Magdalena Browne: Entre la miopía y la banalidad
En medio de la ya conocida desafección política de la ciudadanía y la percepción de crisis del sistema político, la última encuesta CEP siembra un pequeño brote de esperanza: un 67% de las personas declara estar en algún grado interesada en las próximas elecciones municipales, ocho puntos por sobre lo declarado en 2016.
¿Qué tan profundo y sincero es este interés? No lo sabemos, pero, con una cuota de optimismo, podríamos soñar que estos próximos comicios fueran una oportunidad para romper -aunque sea momentáneamente- parte de la actual inercia política y estrechar la relación entre los partidos políticos y la ciudadanía. Después de todo, estas elecciones tratan sobre las problemáticas que afectan cotidianamente a las personas: seguridad, salud y educación. De hecho, en momentos de inmovilismo del sistema político -incluyendo la renovación de sus liderazgos-, la cercanía y la capacidad de gestión “en terreno” de algunos alcaldes han sido destacadas por la opinión pública. Según la misma encuesta CEP, solo cuatro figuras políticas nacionales reciben una evaluación positiva “neta” (esto es, una evaluación superior a la negativa); tres de ellos ejercen actualmente cargos en el ámbito local o regional: la alcaldesa Evelyn Matthei; el alcalde de Maipú, Tomás Vodanovic, y el gobernador de la Región Metropolitana, Claudio Orrego.
Sin embargo, nuevamente, los partidos políticos corren el riesgo de desaprovechar esta oportunidad que proporcionan los próximos comicios locales. Frente a su mala imagen, no han logrado desplegar las estrategias adecuadas. Más aún, sus respuestas son inocuas o incluso profundizan el problema.
Al menos eso se infiere de la guerrilla de acusaciones constitucionales ejercidas por los partidos políticos en las últimas semanas, que buscan combatir la delincuencia con artilugios ineficaces, improvisados y reiterados. Estas disputas solo refuerzan la disposición negativa de la ciudadanía hacia la política. Con esa mirada miope, los partidos políticos proyectan un horizonte difuminado que les impide articular propuestas de largo alcance y contundentes frente a los problemas que desde hace ya un buen tiempo la ciudadanía reclama una pronta solución.
Peor aún, parte importante de los candidatos que aspiran a ocupar puestos locales reniegan de sus colectividades. Calles de todo Chile ya han empezado a ser inundadas con carteles propagandísticos de los candidatos a alcaldes y concejales. La capacidad de que los votantes retengan nombres y listas es difícil, pues en muchos de ellos no hay ninguna “marca” ni “pista” distintiva que muestre su filiación política. En este caso, no solo no se entrega información básica, sino que se presume que la política es una gesta individual. Cambiar la denotada imagen que tienen los chilenos sobre los partidos políticos no pasa por ocultarlos, sino por construir una política en serio, más contundente, con menos shows, estridencias y banalidad.
Por Magdalena Browne, decana Escuela de Comunicaciones y Periodismo, UAI
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