Columna de Magdalena Merbilháa: Desigualdad ante la ley y privilegios

Desigualdad ante la ley y privilegios
Desigualdad ante la ley y privilegios. Foto: Presidencia

En Chile se ha instalado la tiranía de los privilegiados y es la falta de igualdad ante la ley la peor estocada a la República que dice ser democrática.



Esta semana hemos visto con estupor e indignación el tratamiento desigual por parte de la justicia ante un delito equivalente. Quedó en evidencia que los “privilegiados”, los que reciben prebendas del Estado, sienten y actúan como si tuviesen total impunidad. Ellos están “más allá del bien y el mal” y por lo mismo, cuestionan el consenso básico democrático de la igualdad ante la ley. Los que hoy son gobierno se sienten superiores y, sin duda, se otorgan privilegios que la mayoría de las personas no tienen y todo, con recursos públicos. La evidencia, eso que se aparece a los sentidos, desnuda la hipocresía del discurso anterior “no a los privilegios”. De hecho, se intentó redefinir el término a los “bienes materiales y accesos especiales que poseen personas por nacer en cierta cuna”, “los privilegiados”. Los “poderosos”, los grupos económicos, los empresarios, los que crean riqueza y dan empleo, fueron demonizados para instalar la idea del “chancho mal pelado”. A estos les endosaron el término deformado de “privilegio”, olvidándose que el usufructo del trabajo personal no es nunca un privilegio, sino algo de justicia básica. Estos “jóvenes” hijos de la abundancia y de padres permisivos se avergonzaron de tener lo que tenían y en vez de agradecer, renegaron de todo, siempre financiados con la mesada de papá. Trataron de permear el significado de esta palabra con la lógica de la lucha de clases y la contradicción social. Sin duda una generación que odia “el mérito”, ya que carecen de éste. Por eso, abrazaron el discurso de la igualdad y la inclusión, dando un espacio a los mediocres y “pencas” para así ellos lograr acceder al poder y darse “reales privilegios”, prebendas estatales financiadas con nuestros impuestos.

Para la cultura cristiano occidental el ser humano fue entendido siempre como un ser libre, no determinado por su naturaleza. Persona, sustancia individual de naturaleza racional, única e irrepetible. Como “hijos de Dios”, iguales ante El; creados a su imagen y semejanza, libres y racionales. Esta libertad intrínseca es la que garantiza la gran diversidad y riqueza humana. No hay igualdad posible en tantas expresiones individuales de seres personales.

La sociedad occidental tendrá inicialmente divisiones sociales por funciones. La nobleza tenía la función de la defensa; el clero tenía la función de velar por las almas y el Estado llano (artesanos, campesinos y posteriormente burgueses) no tenían función social establecida y se servían de las prestaciones dadas por los estamentos anteriores. Por esta razón, los estamentos estaban divididos en “privilegiados” y “no privilegiados”. Los que recibían prebendas estatales y los que financiaban esas prebendas. Los privilegios eran de índole tributarios y judiciales. El clero y la nobleza no pagaban impuestos, a modo de devolución de los servicios sociales prestados y tenían tribunales diferenciados. Frente a un mismo crimen los miembros de la nobleza, el clero y el Estado llano eran juzgados de modos diferentes, por tribunales diferenciados, no existía la igualdad ante la ley. El ascenso de las democracias liberales terminará con la sociedad estamental y con ello dará fin a los privilegios, creando el concepto de la igualdad ante la ley. Con esto la igualdad no será sólo en dignidad y derechos, sino que también ante la ley. Este será considerado un avance civilizatorio hasta que las “generaciones de la abundancia” y “el lloriqueo”, convencidas que el mundo les debe algo por el hecho de respirar, crearán e impondrán las llamadas “discriminaciones positivas” para compensar a los “oprimidos”. Con esto crearan ciudadanos de primer y segundo orden, rompiendo la igualdad ante la ley. Trasladarán la lucha de clases a las luchas de las minorías, mujeres, indígenas, comunidad LGTBQ+ y otras. Usarán estas causas para imponer una agenda de corte “marxista encubierta” desde lo “políticamente correcto”, que limita la libertad de opinión y expresión. Como marxistas leninistas usaran cualquier medio para lograr y perpetuarse en el poder. En Chile estuvieron dispuestos a quemar el país para llegar a la Moneda, todo valía. Instalado el supuesto “gobierno feminista”, que no sabe ni definir lo que una mujer es, usan la causa como un medio para otro fin. Nunca les importó la mujer, solo las que comulgan con sus ideas. La sororidad y todo eso, no era real. Hoy, no hay dudas de eso.

Dijeron que no querían más “privilegios”, que “los poderosos” no tendrían ventajas, por lo que se “acababan los pitutos”. Eso también era sólo para perjudicar, con lógica de lucha de clases, a quienes siempre han odiado, sus enemigos de clase, los propietarios creadores de riqueza. La consigna contra privilegios era para tener privilegios. Hoy ellos son intocables y viven financiados por nosotros. Esta semana vimos que, frente a un mismo delito, la desigualdad ante la ley primó. La persona pública que no es gobierno es inmediatamente formalizado, esposado y humillado; mientras que el subsecretario, que no es “un portero de repartición pública”, que manipula la evidencia, está libre. En Chile se ha instalado la tiranía de los privilegiados y es la falta de igualdad ante la ley la peor estocada a la República que dice ser democrática. Una vergüenza para todos, menos para ellos, no tienen ni vergüenza, su mediocridad y falta de realismo se los impide.

Por Magdalena Merbilháa, historiadora y periodista.

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