Columna de Magdalena Merbilháa: Los impolutos incorruptibles
Esta semana hemos visto como el Partido Comunista asegura estar ciertos de la inocencia de Daniel Jadue. Hicieron vigilia y denunciaron persecución política. Según sus creencias, el “camarada” no puede haber hecho nada “malo”, ya que es de “los elegidos”, “del pueblo”. El propio Daniel Núñez dijo que la prisión preventiva es injusta “No puede ser un peligro para la sociedad un alcalde como Daniel Jadue, que se las juega por entregar remedios más baratos y mejor atención de salud para habitantes de su comuna”. Agregó que espera que la corte de Apelaciones revierta esta medida. Esto supone que Jadue no se ha equivocado en nada, porque es incorruptible, impoluto e impecable. Toda la bancada comunista salió en defensa corporativa afirmando la certera inocencia, ni la prudencia los lleva a dudar. De hecho, los propios comunistas habían levantado la moción de una reforma de ley que quería obligar a establecer prisión preventiva para alcaldes corruptos, ya que eran un peligro para la sociedad. Claramente esta reforma apuntaba a los corruptos de derecha, ya que para ellos sólo la derecha es corrupta. No ellos, ya que son incorruptibles, impolutos e impecables, sin mancha e incapaces de errar.
Esta creencia irracional explica el por qué, sin importar lo que el presidente o el gobierno haga, nunca baja del 28-30% de aprobación. Son los creyentes irracionales, dispuestos a justificar lo injustificable en todo momento, para apoyar la causa. Para ellos, el fin justifica los medios, por lo que el mal objetivo, es relativo a la causa. Ellos son los impolutos incorruptibles, hagan lo que hagan. Si ellos ejecutan algo malo, no es malo, es bueno. Todo está justificado. Todo mal está para ellos en “el otro”, el que no es uno de “sus feligreses” y todo es culpa del sistema neoliberal y de quienes apoyan esta visión. Esto deja en evidencia que no tienen sentido de la realidad, ni son humanistas, como tantas veces dicen. No comprenden la naturaleza humana, ya que ésta es en esencia de naturaleza caída. No hay buenos absolutos, ni malos absolutos. La lógica de la lucha de clases está equivocada. Hay buenos y malos en todas partes, en todos los partidos y en todas las instituciones. La izquierda no parte de la realidad, sino que de la idea que quiere hacer realidad y en esa idea, ellos son perfectos. Son los impolutos incorruptibles. El mal siempre está en la derecha, el neoliberalismo y el capital. Hablan en términos absolutos, lo que es la primera gran mentira.
En el mundo de los seres humanos de carne y hueso y con sentido de realidad, lo bueno es bueno, aunque nadie lo haga y lo malo es malo, aunque todos lo hagan. Eso hace que, frente al mal ejecutado por cualquier persona, independiente de su color político, hay una condena clara y distinta. El sector de “la perversa derecha” condena al adversario cuando se equivoca y es más duro con los propios cuando caen. Es por eso que el presidente Piñera, cuando para muchos no actuó con suficiente firmeza perdió el apoyo de los “propios”. A los otros, nunca los tuvo, hiciera lo que hiciera. A los propios los perdió cuando éstos consideraron que su actuar no había sido correcto. Su muerte fue la que dio perspectivas a parte de ese actuar. Ese mundo de la realidad condena con fuerza los casos de corrupción en Vitacura o Maipú y no tienen problema que todo corrupto pague con cárcel. Entienden que errar es humano y que de estos errores se aprende. Se condena los hechos, no a la persona. “Se condena el pecado, no al pecador.”
El mundo de los impolutos incorruptibles tiene larga data y es propio de la ideología que niega la realidad. Durante el régimen de Stalin y frente a la presencia de un asesino en serie en la Unión Soviética, el régimen ocultó y luego intentó establecer que el culpable debía ser un “infiltrado capitalista”. Claro, en el “paraíso terrenal” no podía haber asesinos en serie. Eso era propio de la degradación del mundo libre. Por lo mismo, el partido negó lo innegable y evidente. Justificó lo injustificable para tapar la verdad que contradecía la creencia de los comunistas como los “ángeles caídos del cielo”, impolutos incorruptibles. Si la prensa muestra sus errores, entonces es una manipulación de los burgueses dueños de los medios y el capital. Si la justicia los condena entonces es “persecución política”. Ellos no pueden equivocarse.
Esto explica que frente a un hecho que es siempre una tragedia, el aborto, haya algunos que celebren como si esto fuese un logro civilizatorio. Es algo que le sirve a la causa y no solo lo promueven, sino que eufemísticamente dejan de llamar asesinato a lo que a todas luces lo es. Más allá que el tema siempre se pueda discutir, partir de premisas falsas para justificar lo injustificable es propio del actuar de quienes creen que están más allá del bien y el mal y que, en ausencia de Dios y ley, son ellos la medida de las cosas. El bien como lo que sirve a la causa y no a lo bueno en sí. Esa actitud es propia de creyentes fundamentalistas poco racionales. No hay algo así como impolutos incorruptibles. Somos de naturaleza caída, les guste o no.
Por Magdalena Merbilháa, periodista e historiadora.