Columna de Magdalena Vergara: Prioridades

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Los resultados del Simce 2022 arrojan los peores niveles de aprendizaje en la última década, lo que evidencia el enorme impacto que tuvo la pandemia en la educación de los estudiantes. Si bien algunos se consuelan en que los resultados pudieron haber sido peores, no hay espacio para un falso conformismo, pues estos reflejan años de retroceso y un aumento significativo en las brechas.

Los datos del Simce ponen de manifiesto la relevancia de contar con esta información. Aunque para algunos se trate de datos innecesarios -pues profesores y directores eran conscientes de la situación de sus estudiantes-, el Simce les permite compararse a nivel país y al Mineduc reenfocar sus esfuerzos. Conocer que los peores resultados fueron en matemáticas y en II Medio, tener claridad de cuáles son las escuelas en peor situación o casos como el de la Región de Atacama, son claves para orientar la política pública de forma eficiente. Asimismo, es clave que los padres y la ciudadanía conozcan la información, y que al menos por una vez, el aprendizaje sea el protagonista en los medios.

Lo urgente ahora es tomar acciones inmediatas para apoyar a las escuelas, lo que requiere de una verdadera priorización para la reactivación de aprendizajes desde el Mineduc -quienes lamentablemente han abordado este fenómeno como un programa más dentro de su abultada agenda. Tardaron un año en definir un plan y luego meses en ponerlo en práctica, sin que conozcamos aún el real estado de avance de la reactivación y su evaluación para ver si las acciones -como las tutorías- están siendo o no exitosas.

Un punto fundamental en esta agenda es mejorar la asistencia de los estudiantes; es elocuente que aquellos que dicen valorar la asistencia obtienen mejores resultados en el Simce. Para esto, son necesarias campañas conjuntas entre las escuelas y las familias, pero también no dar señales equívocas respecto de la relevancia de asistir a clases -como que las autoridades llamen a no enviar a sus hijos a las escuelas o jardines frente a los virus respiratorios. En esta batalla, cada día cuenta, por lo que no se puede perder ningún día de clases. Al contrario, debemos promover mayores tiempos de aprendizajes, ya sea durante fines de semana o vacaciones, de una forma que sea atractiva para los estudiantes.

Por último, el remezón de estos resultados nos debería llevar a aterrizar las discusiones en cuanto a las políticas educativas, tomando conciencia de que el foco de las reformas no son los grandes cambios estructurales que se vienen haciendo, sino mejorar los procesos de enseñanza y aprendizaje. Poner al centro de las políticas el liderazgo directivo, para promover las mejoras desde el interior de las comunidades educativas en conjunto a los docentes y las familias; en la escuela misma, otorgándole la flexibilidad para promover un proyecto que genere pertenencia y compromiso, y desarrollar innovaciones y medidas pertinentes con sus propias necesidades, en vez de seguir ahogándolas con instructivos y programas que se imponen desde arriba. El verdadero cambio de paradigma educacional es volver a poner al centro el desarrollo de los niños y sus aprendizajes, y dejar de poner a la educación como objeto de las luchas políticas e ideológicas. Quizás la mejor muestra de esto será cuando se deje de buscar inyectar recursos para condonar el CAE, y se destine a aquellos estudiantes que no logran los conocimientos mínimos para su edad.

Por Magdalena Vergara, directora de Estudios IdeaPaís