Columna de Marcelo Contreras: Lollapalooza: de golpe en el carrete

Lollapalooza
El festival anunció su nueva versión en Santiago para marzo de 2022.

Cabe preguntar si el evento que ha dado notoriedad a un recinto de privilegiada ubicación subutilizado y a mal traer por décadas, es responsable exclusivo de daños tan considerables, al punto de motivar un ambiente de incertidumbre para una actividad que se había convertido en un carnaval despidiendo el verano.



Una convocatoria de vecinos del barrio Rondizzoni anuncia para este domingo un “acto artístico y cultural por la defensa del Parque O’Higgins”, con una gran equis sobre el nombre de Lollapalooza. Por Twitter el llamado de la cuenta Alcaldía Constituyente por Santiago subraya intenciones: “decir fuerte y claro que no queremos eventos que dañen este pulmón verde, espacio público que debe ser para el disfrute de los/as vecinos de Stgo”.

Quién va a querer dañar un “pulmón verde”, y cómo no rebatir la forzada dicotomía parque o festival, cuando se requiere gestionar soluciones y no entrabar la mayor reunión musical del país, en medio de la paralización de la industria del rubro.

Cabe preguntar si el evento que ha dado notoriedad a un recinto de privilegiada ubicación subutilizado y a mal traer por décadas, es responsable exclusivo de daños tan considerables, al punto de motivar un ambiente de incertidumbre para una actividad que se había convertido en un carnaval despidiendo el verano.

Lollapalooza Chile

En una ciudad más bien apática y segregada, el festival ha convocado por una década a distintas gentes y clases. La exclusiva afluencia ABC1 de los primeros años, que descendía con actitud extraterrestre al centro, ha dado paso a un público más popular. Lollapalooza timbró una renovada identidad al parque más allá de la identificación con las fondas y la parada militar, que no dejan flores y prados relucientes tras su paso endieciochado.

En la historia de los espectáculos masivos en Chile, hay un antes y un después de una franquicia que eligió esta capital como arranque para una etapa de expansión. ¿Se benefició la marca? Por supuesto. Así también Santiago saca su parte y la industria del entretenimiento local se profesionaliza.

Podemos discutir si el parque “se cae a pedazos”, como aseguró el director de la productora Lotus Sebastián de la Barra a este diario, pero sí es cierto -lo apuntó el ejecutivo- que el recinto no es precisamente Central Park. Su descuido y poco cariño es evidente en relación a referentes inmediatos como los parques Metropolitano, Bicentenario, de la Familia y Quinta Normal.

Por otro lado, la comuna de Santiago ha demostrado un dudoso talento para complicar actividades que instalan a la ciudad en el mapa mundial. La Fórmula E no tendrá fecha en la capital en 2022 porque sus organizadores no lograron acercarse a la alcaldía de Irací Hassler, quien, por cierto, no era precisamente fan de Lollapalooza cuando integraba el concejo municipal. El mismo escaso entusiasmo es compartido por la concejala Rosario Carvajal, impulsora de esta negativa, quien en 2018 se quejaba del “impacto de los fuegos artificiales sobre la vida silvestre”.

Los vecinos denuncian desde 2017 con toda razón los daños al parque, apuntando al gobierno comunal de Felipe Alessandri en aquel entonces. En enero de 2018 el recinto recibió 407.000 personas en la misa del Papa Francisco (el Club Hípico está al lado), y en marzo 240.000 en las fechas de Lollapalooza. El deber del municipio es gestionar cronogramas viables y acuerdos, no endosar a los eventos las consecuencias si la planificación es floja y las obras de mitigación no se aplican.

Por cierto, imposible soslayar que post pandemia, el festival implica trabajo en una larga cadena de servicios, desde el hotel de lujo hasta el humilde vendedor de refrescos en la elipsis.

Quizás no nos gusta tanto la fiesta o no sabemos organizarla en provecho de todos. Porque cuando la tenemos, somos incapaces de preservar la celebración sin dejar la escoba, o prender la luz para terminar de golpe con el carrete.