Columna de Marcelo Contreras: The Cure, ¿quién podrá defendernos?
Robert Smith tomó el toro por las astas, tal como cuando arrojó a Barbra Streisand fuera del planeta en South Park. Pero a excepción suya y Pearl Jam, a ningún artista le parece preocupar demasiado que en el país de las libertades no exista más opción que comprar un ticket a un solo vendedor, acostumbrado a cobrar a su antojo.
“Estoy tan disgustado como ustedes por las tarifas de Ticketmaster”, reaccionó Robert Smith de The Cure por Twitter, a las quejas de los fans tras comprar entradas para la primera gira del grupo en siete años a EEUU, entre mayo y julio próximos. La banda británica advirtió que el tour no contaría con zonas VIP ni valores dinámicos en los boletos, una triquiñuela del negocio cuya única finalidad es inflar los precios. Iniciada la venta, los recargos doblaban fácilmente el costo original.
El ídolo gótico que venció al robot de Barbra Streisand en un capítulo de South Park, consiguió que Ticketmaster, acusada de monopolio desde hace décadas, prometiera reembolsos de 10 dólares para quienes habían adquirido los tickets más baratos y 5 dólares al resto.
El pasado 27 de marzo, seguidores de Taylor Swift acudieron a una primera audiencia en Los Ángeles, tras demandar a Ticketmaster en diciembre por el fiasco en la venta de boletos para The Eras Tour, cuando el sistema colapsó por la demanda de 2.4 millones de personas.
Seguidores confiados en una venta prioritaria gracias al programa Verified Fan, empeñado en que las entradas lleguen a los fanáticos y no a “compradores que buscan revenderlas” según Ticketmaster, fueron perjudicados. El sistema los sacaba de la fila de espera y cuando finalmente llegaban a la compra, el boleto ascendía a 1400 dólares.
Taylor Swift aseguró haber consultado a Ticketmaster sobre su competencia para manejar la voluminosa venta -”nos han asegurado que sí”, dijo por escrito-, mientras las swifties la exculparon argumentando que está obligada a trabajar con la empresa, por su posición de supremacía en el mercado.
La acción judicial pretende, además de una compensación monetaria, terminar con la posición de privilegio de Ticketmaster. “Es un monopolio que solo está interesado en sacar cada dólar que pueda de un público cautivo”, afirma la demanda.
Ticketmaster aseguró en un comunicado que el escenario es más competitivo que nunca, subrayando haber “perdido cuota de mercado desde la fusión de 2010″ con Live Nation, la productora de eventos más poderosa del mundo, cuya presencia en la industria de los espectáculos es creciente y diversificada. Produjo A Star is born (2018), el exitoso melodrama protagonizado por Lady Gaga y Bradley Cooper.
A mediados de los 90 Pearl Jam se enfrentó a Ticketmaster y salió trasquilado, al promover Vitalogy (1994) fuera del circuito de la empresa.
La bravuconada los marginó en más del 80% del mercado de las arenas en EEUU, obligándoles a asumir todos los aspectos organizativos y logísticos de un show. En paralelo, fueron llamados a declarar ante una comisión del congreso que estudiaba las acusaciones de monopolio contra Ticketmaster. Con la excepción del manager de R.E.M., banda que siguió trabajando con la empresa, ningún artista apoyó a las estrellas grunge. Finalmente, los cargos fueron desestimados.
En Chile existen varios servicios de boletería (Puntoticket, Ticketmaster, Ticketek, Ticketplus, Passline), en tanto las últimas demandas con el apoyo del Sernac de clientes insatisfechos por los conciertos de Daddy Yankee en el Estadio Nacional, y el festival K-pop Music Bank, involucran tanto a productoras como a firmas especializadas, en este caso, Puntoticket y Ticketmaster, respectivamente.
Robert Smith tomó el toro por las astas, tal como cuando arrojó a Barbra Streisand fuera del planeta en South Park. Pero a excepción suya y Pearl Jam, a ningún artista le parece preocupar demasiado que en el país de las libertades no exista más opción que comprar un ticket a un solo vendedor, acostumbrado a cobrar a su antojo.