Columna de Marcelo Mena: La verdad sobre el gas natural

GNL


Hace una década el gas natural se empezó a plantear como un aliado de las renovables, y puente entre la era de la generación fósil y el futuro de la energías limpias. Su menor contaminación local y mayor eficiencia comparativa hacía pensar que reemplazaría al carbón para entregar energía durante los momentos en donde no sopla el viento o no brilla el sol.

Hace poco en un seminario en Chile, Didier Holleaux, presidente de Eurogas y vicepresidente ejecutivo de Engie, afirmaba sobre el gas natural que se trataba de una energía clave para la transición energética a nivel internacional señalando: “Cuando desarrollamos energías eólicas y solares, obtenemos un suministro relativamente intermitente, por lo que tenemos que complementarlas con una energía ‘desplegable’, como es el gas. Esta es una de las principales razones de por qué el gas natural seguirá siendo un complemento necesario a esas energías variables, para contar con un sistema más resiliente y menos costoso”.

Sin embargo las bondades del GNL en dar estabilidad, confiabilidad y flexibilidad al sistema eléctrico comenzaron a dar las primeras señales de problemas hace ya tiempo con motivo de su supuesta inflexibilidad comercial y se debilitaron rápidamente cuando los efectos de la guerra de Ucrania se empezaron a materializar localmente. Así, el proveedor de gas de Engie en Chile comunicó recientemente su eventual imposibilidad de enviar todos los barcos comprometidos para el 2023, anunciándole que el combustible clave para la transición simplemente no estaría disponible para la operación en Chile de la empresa francesa.

Poco después, la empresa eléctrica de capitales italianos Enel informó a la CMF que había alcanzado un acuerdo comercial con la empresa Shell Global Energy, para la “disposición parcial de volúmenes de GNL, que se proyectan como excedentes al cumplimiento de los compromisos ya adquiridos por Enel Generación”. La compañía italiana estimó que la operación tendría un impacto positivo en sus utilidades de aproximadamente USD 500 millones.

En la práctica, dicho acuerdo permite redireccionar barcos de GNL inicialmente destinados a Chile a otros países, lo que implicará que el suministro de GNL para las plantas de Enel se verá reducido. La suma de los recortes de gas de Engie y Enel probablemente obligará al sistema a utilizar diésel en reemplazo del gas que no llegará al país, resultando una generación más contaminante y mucho más cara. Es decir, una situación similar a la que vivimos con el gas natural argentino.

Los dos recientes eventos que afectan al GNL demuestran cuan poco fiable es depender de este hidrocarburo que ha resultado ser afectado en su disponibilidad y precio tanto por problemas geopolíticos (Engie) como por razones de merca conveniencia comercial (Enel) y nos refuerza lo que ya sabíamos desde 2005: Tener una matriz energética renovable, que no depende críticamente de importaciones de hidrocarburos es lo único que contribuye a la estabilidad operativa y económica de nuestro sistema energético.

A la vez, los mismos acontecimientos, especialmente el de Enel, contradicen los argumentos usados por los generadores a gas para postergar el despacho de renovables entre el 2020 y 2021. Entonces se decía que los contratos de gas les obligaban a usarlo, pues de los contrario deberían igual pagarlo (take or pay), lo que le daba la categoría de generación inflexible. En esta operación se perdió muchísima energía limpia que no pudo ser consumida porque el sistema debió asumir los costos ambientales y económicos de algunos privados. Hoy sabemos que fue sólo un artificio para asegurar su despacho, deprimir costos marginales de retiro y obtener márgenes significativos al momento de comercializar esa energía en contratos.

La prolongación innecesaria del uso de combustibles fósiles nos expone gravemente a los inevitables conflictos bélicos, inestabilidad geopolítica y especulaciones comerciales y en cambio las declaraciones sobre gas limpio, seguro y que aporta a la resiliencia y a la reducción de costos del sistema eléctrico, no parecen ser más que palabras sin sustento en la realidad, que más se acercan a un ejemplo de manual del llamado “green washing”, especialmente con lo que hemos sabido en cuanto a que la industria de gas y petróleo en su conjunto subestiman en 70% sus emisiones de metano por las fugas durante su extracción.

Por su parte, el Coordinador Eléctrico Nacional no puede hacerse cómplice de lo que está ocurriendo. Esperamos que en cumplimiento de sus obligaciones pida las explicaciones y los debidos respaldos a Enel y que determine de manera clara y transparente cuales son los “compromisos ya adquiridos” a que se refiere la italiana y cuál será el impacto económico y de riesgo en la menor disponibilidad de gas para el país.

Marcelo Mena, ex ministro de Medio Ambiente.