Columna de Marcelo Sánchez: ¿Calles sin violencia?: comunidades que se cuidan

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Calles sin violencia, tenemos que prevenirlas.


Los últimos años hemos visto un sostenido incremento en la participación de niños y jóvenes en actividades criminales, particularmente en bandas de crimen organizado, especializados en delitos graves. Esto no es aislado, sino el resultado de factores estructurales como la exclusión o entornos sociales degradados, así como graves problemas de disfuncionalidad familiar que los llevan a iniciar trayectorias delictivas.

Los planes frente al delito muestran que la respuesta dominante ha sido reactiva, centrándose en el control. Los enfoques tradicionales han enfatizado una mayor vigilancia, con dispositivos policiales focalizados en áreas específicas, lo que sin duda contribuye a la obtención de resultados inmediatos, pero no impide, dado el dinamismo delictivo, que nuevos niños y jóvenes caigan en la delincuencia y sean los futuros líderes de bandas cada vez más adaptadas y fuertes.

La prevención no es sólo un complemento deseable, sino la piedra angular de una estrategia de seguridad eficaz y sostenible en el largo plazo. La evidencia internacional es clara: promover habilidades sociales y emocionales, el acceso a la educación y el empleo, y el apoyo a familias en riesgo, son las medidas más efectivas para reducir las tasas de criminalidad. En consecuencia, el rediseño del plan “Calles sin violencia” requiere fortalecer el pilar preventivo, identificando el conjunto de factores de riesgo que se encuentran a la base de las conductas delictivas que son particulares a cada territorio, debe apoyar la restitución de la cohesión social y la confianza entre los vecinos y con la autoridad.

Es necesario que el plan considere la instalación de una “Agenda Temprana de Prevención Social” con oferta de calidad, oportunidad y cobertura adecuada a nivel local. Deben fortalecerse los dispositivos del Sistema Lazos y de Chile Crece, tener operativas las Oficinas Locales de la Niñez en comunas priorizadas y contar con programas que atiendan a robustecer los ámbitos de la familia, escuela y comunidad. Hay buenas experiencias en el sector privado que pueden escalarse a nivel público como Triple P, Paz Educa, Familias Unidas, PMTO, Comunidades que se Cuidan, ICPS, Familias Primero y otros, que en conjunto a la oferta pública -como la Terapia Multisistémica- pueden impactar de manera significativa.

Un enfoque integral requiere abordar la exclusión social y la falta de oportunidades. Estas son las condiciones que alimentan el crimen. Las políticas preventivas deben ir acompañadas de medidas estructurales para reducir las disparidades sociales y económicas. Invertir en prevención no invalida la necesidad de controles efectivos, sino que resalta la necesidad urgente de agregar estas medidas al “Plan calle sin violencia”. No hacerlo nos lleva inexorablemente a un ciclo interminable de violencia en que perderemos generaciones enteras. Invertir en prevención social no es solo una decisión de seguridad, es comprometernos de verdad con una niñez que no debe ser vista jamás como una amenaza, sino como el mayor tesoro de nuestra sociedad.

Por Marcelo Sánchez, director ejecutivo de Fundación San Carlos de Maipo

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