Columna de Marcelo Sánchez: Cerrar la llave
Lo peor de la exclusión escolar es que es solo el comienzo de otras graves trayectorias de vulneraciones que impiden el desarrollo positivo de niños y niñas. Al país le cuesta a valor presente más de 6 puntos del PIB y por cada año de aprendizaje con rezago puede significar entre 8 y 10% de ingreso familiar futuro. Es decir, estar fuera del Colegio tiene una serie de costos sociales y personales por los que no se entendería bajo ninguna lógica que las acciones preventivas no fueran priorizadas con vigor.
¿Pero…qué es prevenir? Es abundante la oferta pública que confunde Prevención con Promoción y da cuenta de un impacto muy limitado si es que, casi fortuitamente es medido. En general los programas de infancia que han sido evaluados por Dipres muestran deficiencias graves en focalización, diseño e implementación y – peor aún- 7 de cada 10 tienen resultados insatisfactorios (Observatorio Fiscal 2017). Prevenir es llegar antes, lograr que quienes están bien sigan estándolo cuando enfrenten factores de riesgo que desvíen su bienestar. El impacto de los programas sociales está en ser oportunos y anticiparse, para ello es necesario identificar estos factores y anteponer herramientas protectoras en los ámbitos de la escuela, la familia y la comunidad. Por eso lo más delicado de las cifras que enfrentamos, son los más de 1,2 millones, equivalente al 39% bajo inasistencia grave, en que, a diferencia de otros años, emerge con fuerza en los primeros ciclos básicos y que está directamente relacionado a complejidades al interior de la familia, muchas de ellas con padres sin educación escolar completa, con historial de migración y movilidad, en situación de pobreza y de alta vulnerabilidad.
Por ello si realmente queremos hacer un cambio fuerte en la tendencia, debemos ser capaces de fortalecer dispositivos locales verdaderamente preventivos de apoyo a la crianza para estos grupos, pero no con cualquier oferta. sino con una que tenga sólida evidencia y que se enfoque en niños y niñas antes de los 14 años, ya que el vínculo parental y de cuidado de personas significativas comienza a perder eficacia desde esa edad. Invertir sobre esos tramos, aunque necesario en casos focalizados muchas veces es llegar demasiado tarde, en especial en conductas como la exclusión escolar, el embarazo adolescente, el consumo de alcohol y drogas, y el involucramiento delictivo.
Hay experiencias en el Ejecutivo, pero sus coberturas son mínimas, y desde el sector privado hay programas de alto estándar de evidencia internacional como Familias Unidas, de la Universidad de Miami; Triple P; PMTO; el Sistema Comunidades que se Cuidan, de la Universidad de Washington; ICPS, de Habilidades Socioemocionales y otros. Estos programas pueden ser la base de una agenda temprana de prevención social, que se instale localmente para enfrentar este y otros desafíos de la política pública, junto con programas específicos como el de la Fundación Presente “Cada Día Cuenta” que es la base del inédito programa de la Corporación Bien Público, apoyada por el Gobierno Regional Metropolitano, que se basa en un sistema de “Pago por Resultados” haciendo más eficiente el gasto público con un compromiso ético a la base de entregar programas de calidad con garantía y que apoyen la retención escolar.
Llegar antes debiera ser el mandato y para ello implementar una agenda temprana de prevención social con foco en lo académico, por cierto, pero sobre todo en la familia y en el desarrollo de habilidades socioemocionales que le den sentido y valor al aprendizaje, a la vez que construyan bases sólidas para alcanzar el máximo potencial de los niños y niñas en el sistema escolar.
Por Marcelo Sánchez, gerente general de Fundación San Carlos de Maipo