Columna de Marcelo Sánchez: Vivir en la calle: niñez invisible

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En los últimos años, el número de personas sin hogar ha aumentado de forma alarmante. En 2024 se auto reportaron 21.272 personas en situación de calle a nivel nacional, casi el doble del registro de 2017, cuando llegaban a 10.509, revelando una realidad alarmante que no podemos ignorar. La pandemia de Covid-19 ha dejado un profundo impacto en nuestra economía y en la vida de las personas. El aumento del desempleo y la pérdida de hogares han dejado a muchas personas en una situación extremadamente vulnerable. Sin embargo, cabe señalar que estas estadísticas no reflejan plenamente la situación de los niños de la calle.

En 2018, solo en el Servicio de Protección se informaba que había 478 niños, niñas y adolescentes con causal de ingreso por situación de calle. En 2020 esta cifra aumentó en un 35,8% llegando a 649. Si además consideramos el informe de seguimiento de la Corte Suprema, un 6% de los niños que debieran estar en residencias se encuentran con orden de búsqueda, y adicionalmente más de 200 jóvenes en el Sistema de Reinserción llegan habiendo estado en calle. Con todo, la cifra agregada de niños en calle se puede estimar muy significativa y por cierto invisibilizada.

Los niños sin hogar enfrentan una serie de desafíos y dificultades que pueden tener efectos duraderos en su desarrollo físico, emocional y educativo. Carecen de acceso a servicios básicos como atención sanitaria, educación y alimentación adecuadas, enfrentan riesgos físicos y psicológicos como abuso, explotación y violencia. La inseguridad y la incertidumbre obstaculizan la capacidad de desarrollar relaciones sanas y duraderas perpetuando la pobreza y exclusión social. Este crecimiento explosivo puede tener entre sus causas varios factores diferentes, como la pandemia, la inmigración ilegal y la crisis de acceso a viviendas sociales, que golpea fuertemente a las personas mayores. La llegada del invierno, con sus bajas temperaturas, obliga a pensar y buscar rápidamente soluciones. La falta de viviendas asequibles y de medidas eficaces para abordar este problema han dejado a muchas familias sin hogar, ya sea de manera transitoria o permanente. Cuando llega el invierno y bajan las temperaturas, se requiere atender la contingencia y activar los programas de calle, pero la mirada debe también ser estructural.

Existe una necesidad urgente de implementar programas de vivienda asequible que garanticen una vivienda segura y estable para las personas sin hogar, entendiendo que la intervención de esta población requiere abordar dimensiones personales y sociales complejas como salud mental, consumo de alcohol y drogas, y la reinserción social (que implica contar con dispositivos especializados de capacitación e intermediación laboral). La prevención y el tratamiento temprano también son importantes, en particular porque hoy vemos más familias completas y niños expuestos a todos los factores de riesgos, muchas veces sin acceso a la educación, ni a la salud. Por otro lado, se hace evidente ir un paso más adelante, implementar programas para ayudar a las familias en riesgo de perder su solución habitacional, en particular de miembros de ellas que se encuentren en vulnerabilidad, que manifiesten comorbilidades como consumo problemático o problemas de salud mental para evitar que acaben en la calle, debemos ser capaces de llegar antes.

La solución a este problema no puede encontrarse únicamente en manos del Estado. Es necesario promover la coordinación entre organizaciones gubernamentales y no gubernamentales, estas son las que avanzan en innovación y en levantar una oferta con evidencia que permita el cambio en las trayectorias de vida con programas innovadores como “Housing First”. Trabajando juntos, podemos brindar respuestas más efectivas, oportunas y cercanas. El aumento de las personas sin hogar y en particular la niñez es un hecho que no podemos ignorar.

Por Marcelo Sánchez, gerente general de Fundación San Carlos de Maipo

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