Columna de María Cristina Silva: Escritura, de la autonomía a la colaboración
“El acto de escribir requiere de una privacidad extrema” declaró en una reciente visita a Chile la escritora estadounidense Deborah Eisenberg. Reconocida por sus cautivantes relatos cortos, esta profesora de la Universidad de Columbia cree que la escritura es un proceso duro en el que “uno intenta decir lo que genuinamente quiere decir”, pero en el cual muchas veces se encuentra con que en realidad no sabe exactamente qué es eso que quiere transmitir.
Quien haya hecho intentos de redacción creativa sabe que es frecuente releer un texto propio y encontrarlo horrible. En la escritura académica eso puede ocurrir, pero en menor medida, ya que en esta última lo habitual es hacer dialogar a distintos autores en el propio texto. De todas maneras, se produce un encuentro con la propia voz, lo que puede llevar a sentir cierta incomodidad. “Escribir es muy vergonzoso”, planteó también Eisenberg.
Cada persona que escribe debe lidiar con esta dificultad de ver plasmado en caracteres algo que puede ser muy íntimo, que habla de su subjetividad. Además, cada cual elige cómo vivir esa privacidad. Algunos lo harán frente a un paisaje apacible, otros con un atuendo cómodo, otros acompañadas de cigarros o café. Habrá quienes lo harán efectivamente a solas, y quienes con una compañía silenciosa. Encontrar dicho espacio puede ser un gran desafío en un mundo sumamente ocupado e hiperconectado.
Pero lo cierto es que este ideal de la escritura solitaria e íntimamente individual hace un buen tiempo que convive con la escritura colectiva, que tiene sus propias lógicas y particularidades.
El uso de plataformas colaborativas (como Google Workspace, Microsoft 365 y Slack, entre otras) permite la construcción de textos en conjunto. Cada persona, desde un lugar y en un momento distinto, puede hacer su aporte personal al escrito: añadir algo, eliminar lo que otro escribió o reescribir parte del contenido.
Algunas novelas colaborativas han sido publicadas por editoriales prestigiosas. Un ejemplo interesante es The painted sky (Random House, 2015) y su secuela The shifting light (Penguin Random, House 2017), firmadas bajo el seudónimo de Alice Campion por un colectivo de autoras australianas. Estas obras fueron valoradas por su estilo coherente, a pesar de haber sido creadas por múltiples escritoras trabajando en conjunto.
Otro caso interesante es Birds of Paradise, un proyecto de Los Angeles Times que permitió la participación de varios autores para escribir capítulos diarios. Este experimento involucró tanto la creación literaria colaborativa como la retroalimentación del público.
Algunas plataformas emergentes especializadas han promovido estas prácticas de escritura colaborativa. Entre ellas se encuentran Wattpad y Kindle Vella. La primera es reconocida por publicar obras que surgen de la colaboración de múltiples escritores y permitir que la comunidad interactúe durante el proceso creativo. Wattpad Books ha convertido algunos de estos proyectos en libros impresos y digitales.
Kindle Vella, lanzada por Amazon en 2021, está diseñada para la publicación de ficción serializada y permite a autores residentes en Estados Unidos subir episodios periódicamente. La idea es ofrecer contenido en fragmentos breves y de manera continua, lo que fomenta que los lectores se enganchen con la historia a lo largo del tiempo.
Múltiples trabajos académicos han abordado el tema de la escritura colaborativa en entornos de aprendizaje digital, desde la perspectiva de cómo las herramientas tecnológicas facilitan la escritura colaborativa en el contexto educativo. Algunos concluyen que la escritura colaborativa digital fomenta la construcción conjunta de conocimiento y mejora el aprendizaje en términos de creatividad y calidad del texto, además de promover habilidades sociales esenciales. Otros reconocen que todavía hace falta más estudio en profundidad.
Ante estas nuevas maneras de concebir y comprender el proceso de escritura, los docentes escolares y universitarios tenemos el desafío de interiorizarnos con las prácticas emergentes y motivar a nuestros estudiantes a encontrar su propia vía de expresión escrita.
Un buen punto de partida es abordar los desafíos propios de la colaboración, sobre todo en jóvenes en un contexto post pandemia. A la fecha se han visto ciertos avances, pero todavía falta: la colaboración es costosa, requiere de esfuerzo y de aprendizaje.
Por María Cristina Silva M., Directora Aseguramiento de la Calidad, Facultad de Comunicaciones, Universidad del Desarrollo.