Columna de María de los Ángeles Fernández: Ella (Irina) no baila sola

U.S. first lady Jill Biden and Spain's Queen Letizia visit a reception centre for Ukrainian refugees, near Madrid


Por María de los Ángeles Fernández, doctora en Ciencia Política

No terminábamos de sorprendernos con la decisión de designar al gabinete de la Primera Dama con el nombre de Irina Karamanos, reformulando de paso sus atribuciones, cuando la figura vuelve a primer plano. El motivo lo brinda la recientemente realizada cumbre de la OTAN.

En ella, los aliados tomaron decisiones estratégicas en materia de seguridad y defensa, y exhibieron su unidad no solo frente a Putin, sino también frente a una China más disimulada a la hora de mostrar sus verdaderas pretensiones. Pero hubo otros focos de atención. Se habló tanto o más de la llamada “cumbre paralela”, con la reina Letizia de anfitriona, en la que se congregaron catorce acompañantes de mandatarios extranjeros; dos de ellos hombres, tal como va marcando el signo de los tiempos.

Las redes no tardaron en hacerse eco del contraste. Mientras los líderes tomaban decisiones en un contexto de segunda “Guerra Fría”, sus consortes disfrutaban del rico patrimonio artístico, arquitectónico y culinario español.

Aunque en los regímenes parlamentarios, la distinción entre las jefaturas de Estado y de gobierno contribuye a deslindar mejor las tareas de tipo protocolar asignadas al cónyuge, sería un error pensar que la opinión pública se queda con la impresión de que su influencia se limita a puro glamour.

El debate suscitado en Chile entrega argumentos para repensar dicha función. Por un lado, como señala María Jaraquemada, en un Estado moderno, transparente y que rinda cuentas, debiera profesionalizarse su rol, máxime por su acceso a ingentes posibilidades y recursos. Por otro, en un ambiente cultural favorable a la igualdad de género, hay que cuidar el riesgo de que la figura de Primera Dama pueda entrar, sin pretenderlo, a contravenir la autonomía que se declara para el resto de las mujeres, preocupación que debiese ser mayor para un gobierno declaradamente feminista. Súmese a ello que el texto constitucional que se plebiscitará el 4 de septiembre entrega señales del poder que podría llegar a tener, bajo ciertas condiciones, quien ocupe la Presidencia. Por último, y como bien advertía ya Genaro Arriagada en “La trastienda del gobierno”, libro que coeditamos con Eugenio Rivera en 2012, tal posición forma parte de un ecosistema mayor. Hablamos del “núcleo estratégico del gobierno”, que congrega -como lo definía Luciano Tomassini- al círculo de instituciones y personas con las cuales el Presidente habitualmente toma las decisiones más importantes para el país.

Por lo anterior, parece evidente que cualquier innovación que se pretenda trasciende la buena voluntad de una ocupación transitoria. La inquietud parece idónea para ser abordada por una comisión asesora presidencial, mecanismo de deliberación pública sobre el que Chile acumula importante tradición y experiencia.

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